Economia
Una economía con señales favorables y retos enormes

La economía colombiana muestra una situación mucho mejor que la que tenía hace un año. En particular, el indicador de seguimiento de la economía (ISE) repuntó: en julio de 2025 creció 4,3 por ciento y en agosto 2,0 por ciento anual. La inflación se redujo a la mitad en dos años y se ubicó en 5,1 por ciento, mientras el desempleo descendió por debajo del 9 por ciento, alcanzando un mínimo histórico de 8,6 por ciento en agosto 2025.
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Sin embargo, el avance se apoya en el consumo y convive con ahorro bajo, inversión reducida y crédito aún costoso en un contexto en el que el déficit fiscal se proyecta en 7,1 por ciento del PIB para 2025, un nivel elevado respecto de los años previos a la pandemia.
Este cuadro mixto exige prudencia: la coyuntura es favorable, pero los fundamentos que sostienen el crecimiento de largo plazo siguen débiles, expuestos a choques externos y a diferencias de enfoque en la política económica.
Estos resultados marcan un punto de inflexión en los indicadores de corto plazo y plantean una pregunta clave: ¿qué tan sostenible es este repunte? El debate no gira en torno a si existe recuperación —la hay—, sino a si este impulso puede consolidarse sin generar mayores desequilibrios fiscales. Y la experiencia sugiere que los ciclos basados en el consumo son veloces para arrancar, pero menos eficaces para sostener el crecimiento económico, elevar la productividad y el empleo y fortalecer la competitividad.
La inflación se redujo a la mitad en dos años y se ubicó en 5,1 por ciento. Foto:iStock
Causas de la recuperación
La recuperación, por ahora, se apoya más en el consumo que en la acumulación de capital. El ahorro nacional cayó a 6,2 por ciento del PIB en el segundo trimestre de 2025, por debajo del 8 % registrado en 2024. Por su parte, la inversión productiva avanzó a 17,6 por ciento, menor que el 23,8 % alcanzado en 2015. Con una base de ahorro interno tan baja, el financiamiento de la inversión depende cada vez más de flujos externos, lo que hace a la economía más vulnerable. La magnitud de la brecha ahorro interno-inversión explica por qué la capacidad de crecimiento potencial no mejora. Sin un mayor ahorro y formación de capital, no es posible que la economía gane tracción sostenida.
Una tasa tan alta de consumo es consecuencia de múltiples factores que incluyen desde aspectos culturales y bajos niveles de ingreso (que impiden ahorrar) hasta el aumento reciente de los ingresos reales y los incentivos de política pública.
Balanza de pagos y consumo
Este incremento del consumo también afecta la balanza de pagos. Para el segundo trimestre, el déficit en la balanza comercial ascendió a 11,7 por ciento del PIB. Esto ocurrió porque las exportaciones crecieron en lo corrido del año 0,6 %, en menor medida que las importaciones (9,9 %), estas últimas impulsadas por el aumento en la importación de vehículos. A causa de este deterioro, el déficit de cuenta corriente aumentó a 2,5 % del PIB.
Por su parte, las remesas han aumentado significativamente, sumando 6.408 millones de dólares a junio de 2025. Como consecuencia de los flujos de la balanza de pagos y la mejora en los términos de intercambio, el peso colombiano se revaluó cerca al 12 por ciento entre enero y septiembre de 2025, lo que, a su vez, abarató las importaciones.
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En el frente interno, se elevó el poder adquisitivo de los hogares, favorecido por los ajustes del salario mínimo (9,5 por ciento en 2025) y la expansión del ingreso mediano real (6,3 % en asalariados y 8,7 % en no asalariados entre abril de 2024 y 2025). La confianza del consumidor también llegó a su punto más alto en julio de 2025. En conjunto, el mayor ingreso disponible y la reducción de la inflación consolidaron el gasto de los hogares como motor inmediato de la recuperación.
En contraste con esta mejoría interna, el entorno global se ha debilitado y hoy es más incierto, marcado por tensiones geopolíticas, retroceso del comercio internacional y una mayor volatilidad en las políticas de Estados Unidos.
Crecimiento estructural
En cuanto a la capacidad de la economía colombiana para crecer en el largo plazo, no puede perderse de vista que entre 1960 y 2023, mientras varias economías asiáticas mantuvieron un crecimiento elevado, Colombia se rezagó. En esos años, China multiplicó su PIB real más de 100 veces, Corea del Sur casi 70 y Colombia apenas 11. Esta brecha refleja diferencias profundas en productividad, una inserción limitada en las cadenas globales de valor y una oferta exportadora concentrada en bienes primarios.
El déficit fiscal en 2025 será elevado: se proyecta en 7,1 por ciento del PIB. Foto:iStock
La competitividad del país puede medirse de forma práctica, relacionando los precios de venta (IPC) y los costos de producción (IPP). Utilizando esta medida, se observa que Colombia registró en 2021 y 2022 una pérdida de competitividad, ya que los costos crecieron más que los precios. Sin embargo, entre 2023 y 2024, el IPC avanzó por encima del IPP y, desde 2025, el crecimiento del IPC se viene ubicando levemente por encima del crecimiento del IPP, lo que sugiere una ganancia de competitividad en el año en curso.
La cuestión fiscal
El déficit fiscal en 2025 será elevado: se proyecta en 7,1 por ciento del PIB. Esta situación deviene de unos ingresos fiscales reducidos (17,0 % del PIB) y un gasto público que los sobrepasa (24,2 % del PIB). El monto de los ingresos está relacionado con el comportamiento del PIB. Merece una atención especial la situación del gasto, cuyos componentes tienen una altísima inflexibilidad (alrededor del 90 %).
Sin duda, el déficit fiscal exige que se llegue a un equilibrio en un plazo razonable. No obstante, conviene no perder de vista que el déficit es un mecanismo keynesiano de expansión que ha sido usado con éxito para la recuperación. También conviene tener presente que un déficit que no se financia no existe, lo cual conduce a considerar que el problema no es tanto el déficit como su financiamiento, que en cantidades abultadas puede implicar tasas de interés elevadas.
El tema del crédito
A la debilidad del ahorro se suma la baja profundidad del mercado de crédito al sector privado, equivalente a 41,4 por ciento del PIB (agosto de 2025), un cuello de botella frente a economías comparables.
Afortunadamente, la composición de la cartera de crédito ha comenzado a cambiar. A junio de 2025, la participación del crédito comercial subió a 51 por ciento del total, mientras la de consumo se redujo a 28 %; microcrédito (2,9 %) y vivienda (18 %) también aumentaron su participación. Esta reasignación sugiere un desplazamiento gradual hacia rubros más alineados con la producción. En este marco, el Pacto por el Crédito busca canalizar una mayor porción del crédito hacia la inversión.
Aunque los niveles promedio de las tasas de interés disminuyeron frente a 2023, el costo del financiamiento sigue siendo alto para iniciar nuevos proyectos, en especial para las pymes. A mayor tasa de interés, mayor rentabilidad requerida, lo que reduce el número de proyectos viables.
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Pese a que el país ha vivido con finanzas abiertas voluntarias desde 2022, estas no trajeron consigo avances significativos. Por este motivo, el Gobierno próximamente expedirá normas que establecerán su obligatoriedad, lo que inducirá simetría de información y mayor competencia, permitiendo la expansión del crédito y la reducción de las tasas de interés.
La cuestión monetaria
El que podría ser el mayor problema de la economía del país es la baja liquidez, medida en términos de medios de pago sobre PIB (M2/PIB), una de las más reducidas del mundo. En 2024, la razón M2/PIB fue 48,8 % en Colombia, 75,1 % en Chile y 227,5 % en China (2023: 174,6 % en Corea del Sur y 99,1 % en Estados Unidos).
La situación de liquidez colombiana también constituye una restricción para el crédito y un freno al crecimiento. Una de las razones aducidas para mantener una política monetaria tan restrictiva es que cualquier expansión monetaria se traduce en inflación. Es un planteamiento antiguo que la estadística comparada ha desmentido.
Disonancia de políticas
En este contexto, las decisiones de política difieren en su enfoque: la fiscal ha sido expansiva (mayor inversión pública y alzas del salario mínimo), mientras que la monetaria mantiene una postura restrictiva, enfocada en alcanzar la meta de inflación. Aunque la tasa de política monetaria bajó a 9,25 % en septiembre de 2025, el crédito sigue caro (17,6 % en consumo y 13,5 % en comercial ordinario), lo que desincentiva proyectos.
La coordinación entre la política monetaria y las decisiones fiscales es crucial para que el impulso de corto plazo no se traduzca en presiones inflacionarias y para que la política monetaria no frene el crecimiento.
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Crecimiento sostenible
Para sostener los avances recientes, el país debe atender factores que comprometen su sostenibilidad. La reciente descertificación colombiana efectuada por los Estados Unidos (bajo waiver) evidenció la exposición del país a decisiones de terceros. Lo que sumado a la dependencia del ahorro externo y la baja profundidad financiera, muestra un panorama de vulnerabilidades.
Dar el salto de una coyuntura favorable a un crecimiento sostenible requiere actuar en tres ámbitos complementarios:
- Ahorro interno: impulsado por incentivos que promuevan el ahorro de largo plazo y lo canalicen a la inversión.
- Financiamiento productivo: ampliar la competencia en el sistema financiero y facilitar el acceso al crédito para inversión.
- Productividad: un impulso a la formación técnica pertinente que eleve el valor agregado de las exportaciones.
No se trata solo de crecer más, sino de cómo se crece. El ahorro interno debe crecer para impulsar un ciclo de inversión que expanda la capacidad instalada, el empleo y las exportaciones. El desafío ahora será sostener esas correcciones hasta que la inversión, y no el consumo, lidere la expansión. De esos hechos dependerá que la recuperación deje de ser un episodio y se convierta en una fase de crecimiento estable y sostenible.
CÉSAR FERRARI, PH. D. (*)
Para EL TIEMPO
(*) Superintendente financiero de Colombia, con la colaboración de Andrés Felipe Trejos Medina, Juan David Martínez Barreto y John Eduardo Anzola Morales.






