Economia
‘Queremos que la marca Rockefeller sea vista como un socio estratégico regional y local, no solo como una fuente de recursos’

La Fundación Rockefeller, una de las instituciones filantrópicas más influyentes del mundo, eligió hace seis meses a Colombia como sede de su nueva oficina regional para América Latina, la cual hoy se estrena con la presentación de los resultados de un estudio que examina cómo se comporta y hacia dónde avanza la filantropía en la región, con un diagnóstico sobre sus brechas, fortalezas y oportunidades de transformación.
El estudio, elaborado por The Resource Foundation y Dalberg Advisors, destaca que “la filantropía en América Latina y el Caribe tiene el potencial de movilizar más de 5.000 millones de dólares anuales en la región”, expone los principales desafíos que enfrenta el sector filantrópico en la región y plantea un nuevo modelo basado en cinco agendas clave que incluye mayor colaboración intersectorial, inversión con propósito y liderazgo local.
LEA TAMBIÉN
En conversación con EL TIEMPO, Lyana Latorre, vicepresidenta de la Fundación Rockefeller para América Latina y el Caribe, expuso los hallazgos del estudio, los retos de la filantropía latinoamericana y las razones que llevaron a la fundación a instalarse en el país. Desde Colombia, añade, se coordinarán las iniciativas que promuevan alianzas regionales y mecanismos innovadores para financiar soluciones sostenibles.
Lyana Latorre, vicepresidenta de la Fundación Rockefeller para América Latina y el Caribe. Foto:Fundación Rockefeller
¿Qué revela ese informe que están dando a conocer?
El estudio es una radiografía del ecosistema filantrópico en América Latina. Muestra que existe un gran potencial, pero también desafíos importantes en materia de coordinación, medición de impacto y sostenibilidad financiera. Hay mucha voluntad de ayudar, pero no siempre con mecanismos estructurados ni con una visión de largo plazo. Queremos contribuir a cerrar esas brechas y a fortalecer la profesionalización del sector.
¿Cuáles fueron los hallazgos más relevantes en el panorama latinoamericano?
Encontramos que la filantropía en la región está en una etapa de transición. Hay un crecimiento de fundaciones corporativas y familiares con enfoque estratégico, pero aún prevalece una visión fragmentada y, en muchos casos, asistencialista. También observamos un aumento en el interés por alianzas público-privadas y por el uso de herramientas de medición de resultados, lo cual es una señal alentadora hacia una cultura más estructurada y de impacto comprobable.
¿Qué vacíos o desafíos estructurales deben superarse para consolidar un ecosistema más sólido?
Uno de los principales retos es la falta de datos sistemáticos sobre inversión social. Muchos actores operan sin métricas comunes, lo que dificulta entender el alcance real de sus acciones. Además, existe una brecha de confianza entre los sectores público y privado que limita la cooperación. El estudio propone crear mecanismos regionales de intercambio de información, formación de capacidades y promoción de estándares compartidos para fortalecer la transparencia y la efectividad de la filantropía en la región.
Educación es uno de los focos prioritarios para atender con la región por parte de la Fundación. Foto:Ingenio Providencia
¿Qué hallazgos destacaría del estudio en relación con Colombia?
Colombia tiene un ecosistema dinámico y en crecimiento, con fundaciones empresariales y familiares que están asumiendo un papel más estratégico. Hay experiencias valiosas en educación, inclusión y medioambiente, pero también un reto en términos de medición y colaboración intersectorial. Creemos que, desde esta oficina, podemos facilitar ese diálogo entre actores públicos, privados y comunitarios para potenciar el impacto.
LEA TAMBIÉN

¿Cuál es la estrategia que propone el estudio para mejorar la filantropía en la región?
El estudio plantea cinco agendas estratégicas, construidas a partir del diálogo con más de 70 líderes y la revisión de 40 informes. En conjunto, buscan pasar de la ayuda puntual a un modelo de impacto sostenible. Lo primero es impulsar una colaboración genuina, basada en co-creación, metas comunes y evaluación conjunta, más allá de la simple coordinación.
Segundo, promover la movilización del capital local, ampliando las fuentes de financiamiento e integrando nuevos actores —familias, emprendedores y empresas—, porque el desafío no es la falta de recursos sino su activación. Tercero, fomentar la inversión con propósito, que mida resultados en términos de sostenibilidad e impacto social, no solo de ejecución.
Un cuarto punto es fortalecer el liderazgo local, reconociendo el conocimiento y la capacidad de las comunidades para gestionar su propio desarrollo, y un quinto elemento es avanzar hacia la profesionalización del sector, con mejor información, talento y rendición de cuentas que den legitimidad y permanencia a la filantropía en la región.
Resiliencia climática es otro de los temas claves en los que hay mucho trabajo por hacer. Foto:HERNAN JIMENEZ
¿Cómo entiende la fundación la filantropía moderna en América Latina?
Hoy la filantropía ya no se limita a la donación tradicional. Es un ejercicio de inversión social que combina conocimiento, alianzas y recursos financieros para generar cambios sostenibles. Hablamos de filantropía estratégica, basada en evidencia y con mecanismos de evaluación rigurosos. Es una visión que busca empoderar comunidades, no sustituir responsabilidades públicas, sino complementarlas.
¿Por qué la Fundación Rockefeller decide abrir una oficina regional en Colombia?
Colombia representa un punto estratégico por varias razones. Tiene un ecosistema filantrópico en evolución, un sector privado comprometido y un entorno institucional que favorece la colaboración. Además, el país ha mostrado una capacidad notable para articular esfuerzos entre el Gobierno, la sociedad civil y las empresas. Desde aquí podremos trabajar más cerca de los aliados regionales y fortalecer la red de aprendizaje e innovación que la fundación impulsa en toda América Latina.
Y en ese contexto, ¿qué papel cumplirá en la estrategia global de la fundación?
Será un puente para conectar las agendas globales de la fundación —como la resiliencia climática, la equidad en salud y las finanzas sostenibles— con las prioridades locales. Esto implica adaptar modelos, fortalecer capacidades y promover soluciones diseñadas y ejecutadas desde la región. Nuestro propósito es acompañar, escuchar y co-crear, más que imponer modelos externos.
Activar esa porción de riqueza privada requiere confianza, medición y trazabilidad. Cuando hay datos, transparencia y resultados comprobables, la inversión social fluye con más facilidad.
Lyana latorrevicepresidenta de la Fundación Rockefeller para América Latina y el Caribe.
¿Qué temas o sectores serán prioritarios para la oficina regional en los próximos años?
Nos enfocaremos en tres frentes: salud y resiliencia climática; inclusión económica y fortalecimiento de capacidades; y financiamiento innovador para el desarrollo sostenible. Todo esto articulado con socios locales y regionales. También queremos acompañar el crecimiento de la filantropía de impacto, que moviliza capital privado hacia soluciones con beneficios sociales y ambientales medibles.
¿Cómo se articula este trabajo con los gobiernos y las empresas de la región?
Nuestro papel no es sustituir, sino conectar. Trabajamos con los gobiernos como aliados técnicos, con las empresas como inversionistas responsables y con la sociedad civil como socia en la implementación. El objetivo es generar confianza y mostrar que la filantropía puede ser un catalizador del desarrollo, no un actor aislado. La clave está en construir coaliciones efectivas y sostenibles.
El apellido Rockefeller es quizás sinónimo de riqueza y dinero. ¿Cómo se maneja esto?
Es cierto, el apellido Rockefeller está asociado históricamente con grandes recursos, pero nuestro propósito va mucho más allá del financiamiento. La Fundación tiene más de un siglo de experiencia en cómo hacer filantropía e inversión de impacto social, y eso es lo que queremos aportar a la región: conocimiento, metodología y articulación.
Esta oficina busca ser un habilitador, no una ventanilla de fondos. Nuestro rol es conectar actores, identificar oportunidades y construir sobre lo que ya existe, respetando el trabajo previo de las organizaciones locales. No venimos a crear proyectos desde cero, sino a fortalecer colaboraciones que generen impacto real.
Además, hay una labor educativa importante: explicar qué hacemos y ajustar expectativas. Queremos que la marca Rockefeller sea vista como un socio estratégico regional y local, no solo como una fuente de recursos. En esta primera etapa estamos escuchando, aprendiendo y sumándonos a iniciativas que ya están transformando comunidades en países como Brasil, México y Colombia.
En el estudio mencionan que activar solo el 1 por ciento de la riqueza privada podría liberar más de 5.000 millones de dólares anuales para fortalecer comunidades y reducir brechas, ¿cómo lograrlo?
Ese 1 por ciento no es una meta, sino un referente. Lo que busca el estudio es invitar a pensar cómo el capital privado puede asumir un papel más activo dentro del ecosistema filantrópico. La responsabilidad no es solo del sector privado; también las organizaciones sociales y comunitarias deben fortalecerse para ser aliados más preparados, con metodologías claras y capacidad de gestión.
Activar esa porción de riqueza privada requiere confianza, medición y trazabilidad. Cuando hay datos, transparencia y resultados comprobables, la inversión social fluye con más facilidad. En Asia, por ejemplo, el filantropismo ha crecido porque todo se mide y se rinde cuentas. En América Latina, la generosidad existe, pero gran parte permanece en un ámbito informal, centrado en ayudar a quienes tenemos cerca. El reto es convertir esa buena voluntad en acción estructurada y medible.







