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“Salto al vacío sin ver, hay que ser valiente”
Amanece el día lluvioso en Madrid, por eso nos citamos en la pista interior de atletismo del Centro de Alto Rendimiento de Madrid con Alba García y su guía Diego Folgado. “La medalla es muy bonita pero lo que la gente no ve es que entrenamos todos los días, estemos a 45 grados o a menos de 5 y llueva, truene o haga un calor infernal, da igual. Entrenamos cinco días a la semana”, explica la madrileña.
Esta semana regresan a los entrenamientos después de unas merecidas vacaciones. La atleta de Alcalá de Henares se proclamó campeona mundial de longitud en la categoría T11 (atletas ciegas) con un salto de 4,80 metros y bronce mundial en 100 metros junto a Folgado en el campeonato que se celebró en Nueva Delhi (India) hace un mes.
“Si a principios de año me hubieran dicho que iba a ser oro y bronce mundial hubiese dicho que estaban locos. Todavía me cuesta un poco asimilar que somos campeones del mundo. Con el bronce en los Juegos Paralímpicos de París también me pasó. Lo tenía en casa pero no terminaba de aterrizar. Aún estamos asimilando la que hemos liado ahora”, añade entre risas. Fue un oro épico. Se lesionó en el talonamiento justo antes de hacer su primer salto, se torció el tobillo en el peor momento. “Fue un susto horroroso. Al principio no podía ni apoyar el pie. Me dijeron: ‘Te vendan y saltas’. Y yo decía que era imposible, no podía ni poner el pie en el suelo y justo era el de batida. Me vendaron y allá que fuimos. Los cuatro primeros saltos sí que pude hacerlos, pero a partir del quinto ya el pie no daba más y no hice el sexto. No merecía la pena tampoco forzar”, explica.
Alba García y Diego Folgado posan para MARCA con el oro y el bronce mundial.
Todavía me cuesta un poco asimilar que somos campeones del mundo
“Alba es muy persistente, lo vimos en el salto de longitud. No podía ni plantar el pie, se la llevaron en silla de ruedas. Di por hecho que no iba a saltar y mira al final”, añade Diego, sus ojos en la pista y fuera de ella.
Una enfermedad visual de nacimiento
García nació hace 23 años, pero desde que tenía cuatro meses fue diagnosticada de Amaurosis Congénita de Leber (ACL), una enfermedad genética rara que causa ceguera o discapacidad visual grave. “Cuando nací mis padres notaron que tenía un movimiento de ojos muy irregular y me llevaron al médico. Fue un poco caótico al principio porque nadie se espera que un bebé tenga una enfermedad visual. Además, mis padres no habían tenido ningún tipo de contacto con la ceguera y después de un montón de pruebas se determinó que tenía esta enfermedad. Todo el mundo tenemos dos copias de un mismo gen. Mi padre tiene una mal, mi madre tiene otra mal y al juntarse pues yo tengo esas dos copias mal”, explica con sencillez.
Al principio fue un poco caótico porque nadie se espera que un bebé tenga una enfermedad visual
“Ahora mismo distingo luces y sombras. Todo el mundo tiende a pensar que un ciego ve negro y nada más lejos de la realidad. Siempre explico que tú no ves lo que tienes detrás aunque sepas lo que hay. Pues yo simplemente no veo lo que tengo delante”, añade la atleta madrileña, un talento precoz que con sólo 14 años ya estaba compitiendo a nivel internacional en el Grand Prix de Berlín.
Alba García y Diego Folgado entrenando en el CAR de Madrid.
Con 14 años debutó a nivel internacional
Antes había probado la natación, pero cuenta con gracia que siempre acababa cuarta y no le terminó de coger el gusto. Un profesor de Educación Física en el Centro de Recursos Educativos de la ONCE le ofreció como extraescolar multideporte. Lo que mejor se le daba era el atletismo y con 13-14 años, cuando llegó la hora de especializarse, se decantó por este deporte.
Con 19 ya fue elegida para sus primeros Juegos Paralímpicos. “Fue una absoluta sorpresa. Cuando me llamó Pedro Maroto, mi director técnico y mi llamador en longitud, me dijo: ‘¿Estás sentada? ¿Qué tienes que hacer en agosto?”, recuerda entre risas. “Pero Tokio 2020 lo recuerdo como un episodio muy traumático, no le recomiendo a nadie vivir sus primeros Juegos en plena pandemia mundial con aislamiento total. Competí muy tarde, estaba lejos de la gente que me quiere, test de antígenos cada mañana, estar geolocalizada… Lo recuerdo con mucho cariño porque fueron mis primeros Juegos, pero también como unos días muy difíciles”, rememora.
Cambio de categoría y de guía
El punto de inflexión de su carrera deportiva fue el Mundial de 2023 celebrado en París. Ese año cambió de categoría porque la pérdida de visión había aumentado y pasó a competir con atletas ciegas que, pese a que no ven, compiten con antifaz para igualarlas a todas. Alba, por cierto, apura para ponérselo hasta el último minuto porque el parche que se tiene que poner debajo le da alergia. “Acabo con los ojos rojos y esta zona (se señala alrededor) como un mapache. Fue complicado acostumbrarme porque pasas de notar la luz a no ver nada”, desvela. También se ata los cordones de las zapatillas tan fuerte que a veces parece que le van a cortar la circulación.
Alba García y Diego Folgado posan para MARCA.
Alba y yo somos el punto y la i (él mide 1,89 y ella 1,65), al principio íbamos súper descoordinados, tuve que adaptar mi carrera a su ritmo
Ese año cambió de guía. Diego Folgado hasta entonces no había tenido contacto con la discapacidad. El madrileño llevaba 12 practicando atletismo, pero empezó a encadenar lesiones que le hicieron quedarse estancado mientras veía cómo sus rivales avanzaban. Llegó a plantearse dejarlo, pero justo su entrenador le habló de la posibilidad de ser el guía de Alba. “Ella me lo puso muy fácil, me explicó todo desde el primer momento. Pero claro, yo no estaba acostumbrado. Alba y yo somos el punto y la i (él mide 1,89 y ella 1,65), no tenemos nada que ver. Tuve que adaptar mi carrera a su ritmo. Al principio no estaba acostumbrado, cada uno iba por un lado, íbamos súper descoordinados, pero bueno, al final pues trabajando lo acabamos sacando”, dice con orgullo.
En 2023 no bajaban de los 13 segundos en los 100 metros y en el Mundial de este año, al que acudían con el objetivo de correr en torno a 12.50 acabaron firmando un registro de 12.21, que les valió el récord de España y el bronce mundial. El salto de calidad fue enorme. El mismo color de medalla que en los Juegos Paralímpicos de París el año pasado, entonces en salto de longitud y que por cierto tiene su madre expuesta en el salón de casa. Fue una de las que se estropeó y Alba pidió cambiarla. Ya tiene la nueva en su salón.
París 2024, un sueño hecho realidad
“Fue un concurso muy duro porque en lugar de tardar en saltar una hora y pico, tardamos tres y algo entre la lluvia y el ruido (los atletas ciegos necesitan silencio en el estadio para escuchar las instrucciones de su llamador antes de saltar). Fue una competición súper dura, pero súper bonita”, recuerda García que con el cambio de categoría y guía, también introdujo una tercera novedad: la longitud. “Corre mucha gente, pero en el salto te lanzas al vacío sin ver y, si todo va bien, caes dentro del foso. Hay que ser bastante valiente para hacerlo”, reconoce.
Para Folgado, París supuso cumplir un sueño. “Cuando empecé con Alba, ella ya había estado en Tokio 2020. Mi sueño siempre había sido ir a unos Juegos y lo que menos esperaba el año pasado era cumplirlo y con medalla. El trabajo dio sus frutos”, dice sonriendo.
Alba García en acción durante la final de salto de longitud de los Juegos Paralímpicos París 2024.
Mi sueño siempre había sido ir a unos Juegos y lo que menos esperaba el año pasado era cumplirlo y con medalla
Y prometen seguir trabajando como hasta ahora en el ciclo hacia Los Ángeles 2028. “El próximo objetivo es el Europeo del año que viene. Y para los siguientes Juegos no queda tanto, tres años. El deporte da muchas vueltas y es muy complicado vaticinar qué va a pasar allí. Nadie tiene una bola de cristal, pueden pasar mil cosas, pero no será porque no lo intentemos. Vamos a pelear por seguir en las medallas y luego que pase lo que tenga que pasar. Y si no es no será porque no hemos puesto todo el trabajo en ello”, promete García, que tras acabar la carrera de Fisioterapia ahora compagina los entrenamientos y competiciones con la de Psicología.
También con dar charlas en colegios y empresas en las que el mensaje es claro. “No hay que tener miedo hacia la discapacidad. Somos personas de las que se puede aprender y a las que se les puede enseñar mucho también. Para nosotros son las cartas que tenemos y las jugamos como mejor sabemos”, reflexiona.
El papel de los guías y el salto de longitud a ciegas
En los 100 metros, Alba y Diego van atados con una pequeña cuerda que no deben soltar en ningún momento. Además, el guía no puede correr por delante tirando de la atleta. Ambos deben sincronizar sus zancadas como si fueran sólo una. En salto de longitud, Diego es el encargado de colocar a Alba en el lugar exacto en el que empezará. Pedro Maroto, su llamador, da palmas y grita para que vaya en su dirección corriendo y cuando quedan dos apoyos grita ‘Ya’. En ese momento, ella ya sabe que primero apoya el pie izquierdo, luego el derecho y salta. “Y si todo va bien, caes en el foso”, explica Alba sonriendo.