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Economia

El cobre más rentable de México va a China, no a Estados Unidos

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Según datos de Banxico, las exportaciones mexicanas de cobre y sus manufacturas alcanzaron 2,455 millones de dólares en 2024.

La Secretaría de Economía estima que casi 60% se dirige a Estados Unidos. Sin embargo, al excluirse los productos no afectados por la medida, los de mayor valor agregado, el impacto arancelario solo toca 38%. El resto queda a salvo. Especialmente el cobre refinado, el rubro más valioso del listado. Esa fue la primera grieta que debilitó el efecto Trump.

Pero el negocio central del metal mexicano no está ahí. Está más abajo. Está en las minas. En las vetas profundas que sostienen la riqueza metálica del país. Los minerales y concentrados de cobre generaron 4,925 millones de dólares en exportaciones en 2024. Ese monto no va a Estados Unidos. Va al otro lado del mundo. China, Japón, Filipinas, Taiwán, Corea del Sur, Malasia y Singapur compraron 3,125 millones de dólares.

Estados Unidos apenas sumó medio millón. La ruta comercial no cruza la frontera norte. Cruza el Pacífico.

China es el mayor comprador. En 2024 absorbió más de 2,300 millones de dólares en minerales y concentrados mexicanos. La diferencia es abismal. Estados Unidos importa cobre, sí. Pero México no es su fuente principal.

En la geografía del cobre, América Latina manda. Chile, Perú, Canadá y México, todos con acuerdos comerciales con Washington, explican casi la totalidad de sus compras externas. Y aun así, el país del norte no logra la autosuficiencia. Depende de las importaciones para 45% de su consumo anual.

El Departamento de Comercio justificó la medida con argumentos de seguridad nacional. Asegura que el cobre es crítico para la defensa, la infraestructura, la energía limpia y la inteligencia artificial. La Proclamación incluye un mandato: a partir de 2027, al menos 25% del cobre producido en Estados Unidos deberá venderse dentro del país. Ese porcentaje subirá a 30% en 2028 y a 40% en 2029.

Trump también ordenó establecer licencias de exportación para la chatarra de alta calidad y crear un mecanismo para incluir más productos en la lista arancelaria. La intención es contener el déficit comercial y frenar la dependencia externa.

Pero los expertos advierten que esta política puede fallar. Según Fastmarkets, Estados Unidos necesitaría al menos una década para alcanzar la autosuficiencia en cobre, incluso con inversiones agresivas. El país tiene reservas, sí. Pero carece de capacidad industrial para procesarlas. Mientras tanto, la demanda no espera. Se dispara.

Cada centro de datos puede requerir hasta 27 toneladas métricas de cobre. Solo para construir esa infraestructura digital, Estados Unidos podría necesitar un millón de toneladas hacia 2030. El cobre dejó de ser un metal más. Hoy es clave para las tecnologías limpias, la electromovilidad y la transición energética.

En ese escenario, cerrar las puertas a los aliados resulta contradictorio. El Foro Económico Mundial advierte que la imposición de aranceles no resolverá el desequilibrio entre oferta y demanda. Tampoco eliminará la tensión con socios clave. Menos cuando China ya controla buena parte del refinado global. Más presión comercial sobre México podría alentar aún más el fortalecimiento del eje Asia–América Latina.

México no responde. No exige nada. Simplemente sigue su curso de extraer, procesar y embarcar. En 2024, la producción nacional de cobre alcanzó 717,332 toneladas, un alza de 2.6% respecto al año anterior. Sonora aporta 80.1% del total. Cananea y Nacozari dominan. Zacatecas ocupa el segundo lugar con 10.2% del volumen. San Luis Potosí aparece en tercer sitio con 3.9%.

Grupo México lidera con 78% de la producción. Lo siguen Capstone Copper, Nemisa, Peñoles y Minera Frisco, de acuerdo con datos de la Camimex.

El cobre ocupa 26.5% del valor total de la minería nacional. Solo lo superan el oro y la plata. En conjunto, la minería representa 2.77% del PIB nacional y 8.7% del PIB industrial. La industria crece. Se diversifica. Y se mueve sin fricciones hacia Asia. El mapa comercial ya cambió, aunque las proclamas políticas no lo hayan notado.

En Washington, Trump aprieta. En México, las minas producen. Las concentradoras trabajan. Los cargamentos zarpan a Asia, y casi nada a Estados Unidos.

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