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El futuro llegó antes / Análisis de Ricardo Ávila | Finanzas | Economía

A lo largo de su convulsionada historia, Colombia ha enfrentado numerosos desafíos. Muchos de esos retos –incluyendo pobreza, desigualdad, violencia o pérdida de biodiversidad– persisten, mientras que unos cuantos desaparecieron como el que llegó a considerarse un verdadero problema de Estado.
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Basta con mirar lo dicho a finales de 1961 por el entonces presidente Alberto Lleras Camargo. En un discurso pronunciado en el Salón Dorado del Club Militar en Bogotá, el mandatario habló de “la grande amenaza de este tiempo, que consiste en la explosión demográfica, que entre nosotros no es ya una rigurosa hipótesis estadística, sino la realidad que palpamos en cada paso cotidiano”.
Semejante alerta sonaba justificada. Con una tasa de nacimientos anual cercana a los 45 por cada mil habitantes y una mortalidad de 13, el número de colombianos se multiplicaba durante esos años a ritmo vertiginoso, uno de los más elevados del mundo. De acuerdo con el censo de 1964, la población bordeó los 17,5 millones de personas, 51 por ciento más que en la medición de 1951.
Múltiples dirigentes hablaron de una verdadera bomba social en potencia, por la imposibilidad de crear cupos educativos, construir viviendas o generar empleos para acomodar cada vez más gente. Ante las predicciones apocalípticas, a lo largo de esa década el asunto de la planificación familiar tomó fuerza, a pesar de la encendida oposición de la Iglesia Católica.
Tales debates forman claramente parte del pasado. Aunque a lo largo de más de medio siglo el aumento continuó hasta los 53 millones que calcula el Dane para 2025, la situación es radicalmente distinta.
Otra realidad
Tanto, que la entidad acaba de anticipar la fecha en la cual llegará el pico poblacional. Así lo muestran las proyecciones demográficas que la institución completó en semanas recientes y cuya última entrega tuvo lugar el viernes de la semana que termina. Según el estimativo, en algún momento de 2043 Colombia superará los 56 millones de personas, que bajarían a algo más de 50 millones y medio para 2070.
Desde hace rato los expertos han pronosticado que en algún punto del futuro pasaremos de ser cada vez más a cada vez menos. Pero lo que llama la atención es que ese momento está mucho más cerca de lo que se pensaba hasta hace poco.
Sin ir más lejos, a comienzos de 2021 el Dane sostuvo que en 2064 se alcanzaría un máximo de 63,2 millones. Tras incorporar el impacto de la pandemia y revisar ciertos parámetros, la fecha fue adelantada a 2051, cuando se llegaría a 57,7 millones de habitantes.
Una variación de tanta magnitud es inusual, sobre todo en un periodo tan corto. Por ejemplo, cuando se observan los ejercicios del mismo corte que realiza Naciones Unidas, también la perspectiva difiere de la de unos años atrás, pero en proporciones distintas.
No se trata en absoluto de que en el caso colombiano alguien se haya equivocado en los datos, más allá de que se utilicen modelos que incorporan variables adicionales y las capacidades de cómputo sean más amplias por cuenta de la tecnología. La principal razón es una abrupta disminución en la natalidad, que ya entra en la categoría de desplome.
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Adulto mayor
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Las cifras hablan por sí solas. En 2014 se registraron 669.137 nacimientos en el territorio nacional, un guarismo que experimentó caídas de entre uno y dos por ciento anual hasta 2021. Para 2022, el bajón alcanzó un sorpresivo siete por ciento, al que le siguió otro de 10 por ciento en 2023 y uno más de casi 14 por ciento en 2024, cuando se contabilizaron 445.011 nuevos bebés.
Dicha evolución quiere decir que, de un promedio cercano a los siete hijos por mujer en 1960, el país pasó a tres en 1985 y a 1,1 el año pasado. Ese nivel no solo es muy inferior a los 2,1 por mujer que se requieren para que la población se mantenga constante, sino que constituye uno de los más bajos, tanto en el ámbito latinoamericano como en el global. A título de comparación, en la Europa continental solo España muestra un comportamiento similar.
Resulta imposible identificar las causas precisas de lo ocurrido, entre otras porque hay muchos factores en juego. El quiebre en la cotidianidad que representó la irrupción del covid-19 tuvo algo que ver, en la medida en que afectó las relaciones personales e introdujo elementos adicionales de incertidumbre respecto al porvenir.
Otros elementos que venían de antes, como la mayor inserción femenina en la fuerza laboral o la estrechez en la oferta de vivienda, entran en la ecuación. Puntualmente, el efecto del arribo masivo de madres venezolanas que pasaron la frontera para que el parto fuera atendido en un hospital colombiano, se hizo menos evidente en esta década.
También es cierto que la humanidad en general está teniendo menos hijos, algo que se ve en los cinco continentes. Hay quienes creen que por cuenta de la revolución en las comunicaciones que muestran un planeta desbarajustado y el creciente pesimismo colectivo, muchas parejas deciden no concebir, para no hablar del número cada vez más grande de hogares unipersonales.
Sea como sea, lo sucedido en Colombia es atípico por cuenta de la velocidad en que se transformaron las cosas. Ahora lo que corresponde es entender lo que viene, pues el país del mañana apunta a ser muy diferente del que imaginamos a comienzos del siglo.
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De pelo gris
Tampoco se puede desconocer el otro componente clave, como es el aumento sostenido en la longevidad. Gracias a los avances de la medicina, de la mayor cobertura de los servicios de salud y de la adopción de hábitos más saludables, la gente vive en general más tiempo que aquella de la generación que la precedió.
De acuerdo con el Dane, esos niveles se acercan actualmente a los 79 años para las mujeres y a 74 para los hombres, sustancialmente superiores a los 73 y 65 años, respectivamente, observados en 1990. Los índices de violencia, que afectan sobre todo a la población masculina, son los grandes responsables de la disparidad de género.
Dado que todo apunta a menos niños y a personas con más edad, aquello que se conoce como la pirámide poblacional cambiará de forma. Si lo tradicional fue un triángulo, ahora viene un rombo en el cual el grueso de la población será de edad media.
Pero lo más importante es la inversión en los extremos. Por ejemplo, en 2018 los menores de 14 años representaban una cuarta parte de la población colombiana y los mayores de 60 llegaban al 13 por ciento del total. Para 2050, los números serán similares, aunque al revés. Y en 2055 habrá 165 personas de 65 años y más por cada 100 menores de 15 años.
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Bebé
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Dentro de lo positivo que trae la nueva perspectiva está la extensión de lo que se conoce como el bono demográfico, medido como la relación de personas dependientes por cada tres individuos en edad de trabajar. Como la cantidad de niños será menor, la carga de dependencia se extenderá hasta 2055, seis años más que lo proyectado en el ejercicio que hizo el Dane en 2023.
Más allá de las cifras generales, uno de los aportes importantes de la actualización en las proyecciones que acaba de salir a la luz pública son los cambios metodológicos. De tal manera, se adoptó un enfoque multirregional que, según la nota técnica que acompaña las cifras, “permite modelar de forma más realista la redistribución espacial de la población y capturar los efectos demográficos de la movilidad interna observada en el país”.
Ello quiere decir que esta herramienta será clave para alcaldes y gobernadores, sobre todo para los que vienen. Para citar un caso, Bogotá hoy alberga al 15 por ciento de los colombianos, pero en 2050 esa proporción sería inferior al 13 por ciento, una variación importante.
Hecha la descripción de los principales resultados, no está de más advertir que los estimativos más recientes no están escritos en piedra. De manera periódica, y en la medida en que las mediciones sobre el terreno muestren comportamientos distintos de los previstos, se harán periódicamente los ajustes del caso.
Es válido preguntarse si las tasas de natalidad tendrán alteraciones importantes en los años por venir, pues los comportamientos sociales son susceptibles de cambiar. Tampoco está de más pensar que la longevidad aumentará de manera más acelerada en el futuro, por cuenta de las innovaciones que vengan.
Aparte de lo anterior, académicos y dirigentes se tomarán su tiempo para analizar lo realizado por el Dane. Siempre que se trata de visualizar el futuro, aún dentro de los rígidos cánones de la estadística, aparecen opiniones divergentes y la presente ocasión no será distinta.
Quizás el punto que ocasionará más polémica es el tratamiento de la migración internacional. Para nadie es un misterio que el flujo de personas llegadas de Venezuela –más de dos millones de individuos– alteró el panorama de forma radical.
Fuera de ese impacto, está la emigración de colombianos hacia otros países, cuyo ritmo seguiría superando por amplio margen el promedio de la década pasada. Según los cálculos del Cerac, que se apoya en los datos de Migración Colombia, entre 2022 y 2024 las salidas netas de connacionales por vía aérea superaron los 1,3 millones de personas.
Lo anterior no tiene en cuenta a los que se van por las fronteras terrestres, incluyendo el paso por el Tapón del Darién que llegó a cifras importantes antes de que Donald Trump aplicara el cerrojo. Ante las promesas de deportaciones masivas, habrá que hacer las sumas y restas del caso en el momento oportuno, pero la verdad es que muchos se siguen yendo a otros destinos.
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Pensiones.
EFE
Basta recordar que desde hace varios años los colombianos ocupan el primer lugar dentro de los inmigrantes que llegan a España. Tan solo en el segundo trimestre de 2025 la cifra fue de 36.100, como lo acaba de reportar el INE, la entidad encargada de llevar las estadísticas en el país ibérico.
No obstante, el Dane asume que al cruzar entradas de unos con salidas de otros en el territorio nacional el resultado está muy cerca de ser cero. Como el supuesto difiere de lo que proviene de otras fuentes, sería ideal una pesquisa profunda para contar con una instantánea más precisa.
Hace unos meses tuvo lugar una discusión pública importante cuando técnicos del Banco de la República hicieron una cuenta simple, que no se puede desechar del todo. En 2024, el neto entre los nacimientos y las 273.772 defunciones registradas en Colombia fue de 171.239 personas, por lo cual es válido plantear que la población pudo haber disminuido pues 391.406 habrían salido del país según los datos oficiales.
De ser así, el escenario según el cual comenzaremos a ser menos en 2043 tendría que examinarse. Esa y otras incógnitas podrían resolverse si en los años que vienen se logra hace un censo, algo que no será fácil de financiar en medio de las estrecheces fiscales conocidas. Pero hacer el sacrificio valdrá la pena, entre otras, para saber si del susto de la explosión demográfica de los años sesenta del siglo pasado, pasamos a la preocupación de manejar un país con menos gente y muchas más canas hasta el fin de los tiempos.
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RICARDO ÁVILA
Analista Senior – Especial para EL TIEMPO (@ravilapinto)