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¿Es esta la gran noticia?

“No sé nada de eso”, ha respondido de manera tajante Donald Trump cuando este jueves ha sido preguntado por la polémica salida del embajador británico en los Estados Unidos, Peter Mandelson, por su relación con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein. El mismo con el que también se vincula al propio inquilino de la Casa Blanca tras conocerse la dedicatoria (que ahora él tacha de falsificación) que dejó en el libro de felicitaciones que el explotador de menores recibió por su 50 cumpleaños.
La polémica de Epstein era el “elefante en la habitación” en la rueda de prensa conjunta que Trump y el premier Keir Starmer han protagonizado este jueves para poner fin a la histórica segunda visita de Estado del republicano a Reino Unido.
Tras anunciarse previamente el acuerdo tecnológico de 150 mil millones en inversión extranjera directa proveniente de empresas estadounidense (punto para Londres) y de conocerse que finalmente Washington se ha negado a ceder en su arancel del 25% impuesto a la industria del aluminio y el acero (fracaso para Londres), la comparecencia ante la prensa solo representaba riesgos para Starmer. A nivel internacional, aspira a mostrar que Reino Unido conserva su influencia global, y a nivel doméstico trata de salvar su liderazgo cuando apenas se cumple su primer año de legislatura.
Downing Street ha estado nervioso hasta el último minuto ante la impredecibilidad del político cuando se abren los micrófonos. No eran pocos los puntos de desencuentro entre ambos. Y la previa que ofreció en su primera visita de Estado en 2018 no era especialmente alentadora. La entonces premier Theresa May sufrió un momento soporífero, cuando Trump minimizó con desgana una entrevista que había concedido al Sun, insinuando que no la valoraba mucho. La falta de respeto era evidente.
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Celia Maza. Londres
Pero hoy el clima ha sido bien distinto. El presidente estadounidense no intentó socavar a Starmer en absoluto, y aunque reconoció que tienen una opinión diferente sobre Israel y Gaza, fue cordial y racional. Otros posibles desacuerdos no surgieron, o se minimizaron. Trump, inusualmente, se mostró diplomático. Esto significa que el impacto de noticias es escaso. No han dejado grandes titulares. Y esto es, precisamente, el gran logro para Downing Street.
Ante la guerra de Ucrania, Trump ha recalcado que Vladímir Putin le ha “decepcionado”. El presidente estadounidense ha pedido a los países europeos que dejen de comprar petróleo ruso para aumentar la presión sobre el Kremlin. Reino Unido no depende de la energía rusa, pero Starmer ha salido en defensa de sus aliados europeos asegurando que “no hay solución milagrosa“.
Por otra parte, la declaración de que Trump quiere comprar o arrendar la base aérea de Bagram a los talibanes sí es ciertamente novedosa. Pero quizá solo esté planteando esta posible adquisición territorial porque finalmente ha aceptado que sus planes de anexar Canadá y Groenlandia no van a ninguna parte.
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Celia Maza. Londres
Trump puede haber estado en su momento más diplomático, pero eso no significa que haya renunciado a las descaradas medias verdades. Su respuesta de “¿Peter, quién?”, a la pregunta sobre Mandelson habrá causado mucha gracia en Westminster, y en Estados Unidos su insinuación de que Jimmy Kimmel fue despedido simplemente por sus índices de audiencia será descartada como una mentira.
Las respuestas de Starmer sobre la mayoría de los temas fueron predecibles, pero su declaración de que la Iglesia de Inglaterra ha sido “mi iglesia… toda mi vida” no parece que la haya dicho públicamente antes. Es ateo, y su elección el año pasado incluso generó un debate en círculos religiosos sobre si tener un primer ministro ateo era un problema. Medio día con un presidente de Maga, ¿y está Starmer encontrando su fe? Probablemente no. Pero la gran manifestación del pasado sábado de extrema derecha —con 150.000 personas rezando el Padre Nuestro— haya tenido que ver.
El acuerdo tecnológico, por tanto, es el resultado de esta histórica segunda visita de Estado. Son inversiones privadas, pero el Gobierno británico las ve como una victoria para Starmer. Su administración —como la anterior y la anterior a ella— está luchando por desbloquear el crecimiento económico en Reino Unido. Está depositando sus esperanzas en la promesa transformadora de la IA.
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Celia Maza. Londres
La perspectiva de un mayor crecimiento económico, productividad y empleo es atractiva para Reino Unido y, de hecho, para la mayoría de las debilitadas economías de Europa Occidental.
Reino Unido es el tercer mercado de IA más grande del mundo, después de Estados Unidos y China. Alberga un tercio de las empresas emergentes de IA de Europa y el doble que cualquier otro país europeo. Donde falla es en la infraestructura. Los altos costes energéticos y una red eléctrica envejecida están frenando el crecimiento de los centros de datos. El Gobierno ha prometido rectificar esto (lo que ha atraído la atención de los gigantes tecnológicos, hambrientos como están de energía y potencia computacional). El acuerdo con Estados Unidos también verá a ambas partes cooperar para expandir la energía nuclear.
Sin embargo, no todos se sienten cómodos con tanta atención por parte del otro lado del Atlántico. Los dólares estadounidenses ayudarán a financiar la expansión de los centros de datos, pero las compañías de IA estadounidenses como OpenAI, que se asocia con Nvidia y Nscale para abrir un centro de datos en Blyth, también estarán en primera línea de las oportunidades.
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OpenAI asegurará el acceso a infraestructura, energía y capacidad de cómputo para ejecutar y entrenar sus modelos. Mientras tanto, Nvidia proporcionará los chips. Nscale, la empresa británica de centros de datos, está destinada a un enorme crecimiento, pero, donde Francia presume de Mistral, Reino Unido no cuenta con un campeón nacional de IA comparable. Pese a todas las afirmaciones de “IA soberana“, algunos pueden preguntarse si construir centros de datos en Reino Unido es suficiente para tener un control real sobre esta poderosa nueva industria, cuando tanta de la tecnología es estadounidense.
“No sé nada de eso”, ha respondido de manera tajante Donald Trump cuando este jueves ha sido preguntado por la polémica salida del embajador británico en los Estados Unidos, Peter Mandelson, por su relación con el pedófilo convicto Jeffrey Epstein. El mismo con el que también se vincula al propio inquilino de la Casa Blanca tras conocerse la dedicatoria (que ahora él tacha de falsificación) que dejó en el libro de felicitaciones que el explotador de menores recibió por su 50 cumpleaños.