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desnudos para ser inspeccionados, divisiones por grasa corporal…

La figura del árbitro, muchas veces en el centro de la polémica deportiva, rara vez es vista desde el prisma humano. Sin embargo, el excolegiado sueco Jonas Eriksson, quien impartió justicia en los escenarios más importantes del fútbol mundial entre 2002 y 2018, ha levantado el telón de lo que ocurría puertas adentro en la élite del arbitraje europeo. Y lo que describe no es precisamente un ejemplo de profesionalismo, sino un ambiente de control físico, miedo y humillación.
En su nuevo libro House of Cards, Eriksson relata con crudeza cómo fue formar parte del grupo de árbitros de la UEFA bajo la dirección de Pierluigi Collina, el mítico colegiado italiano que, desde su retiro en 2005, ha ocupado puestos clave en la estructura arbitral del fútbol europeo. Según Eriksson, la búsqueda de la excelencia física impuesta por Collina derivó en prácticas “degradantes” que marcaron a toda una generación de árbitros.
Pierluigi Collina.
El calvario del peso y la grasa corporal
Uno de los pasajes más impactantes del libro tiene como escenario una prueba física realizada en 2010. Eriksson recuerda con detalle cómo, junto a otros árbitros de élite, fue obligado a desnudarse hasta quedar en ropa interior, formando una fila frente a Collina y un grupo de evaluadores físicos.
“Allí estábamos, en una larga fila, solo en ropa interior. Éramos los mejores árbitros de Europa, atletas de élite, modelos a seguir, adultos, padres… pero nadie dijo nada”, escribe Eriksson en un fragmento publicado por ‘The Guardian’. “Subimos a la báscula uno a uno. Contraje el estómago, enderecé la espalda y contuve la respiración como si eso fuera a cambiar algo”, añade.
Jonas Eriksson.
Lo que siguió fue aún más invasivo. Un instructor utilizó un calibrador para medir los milímetros de grasa corporal en distintas partes del cuerpo. “El calibrador estaba frío y me estremecía cada vez que me tocaba”, recuerda. Las cifras eran anunciadas en voz alta, una tras otra, frente al grupo.
Una cultura del miedo
El exárbitro sueco no critica la necesidad de estar en forma o de mantener estándares físicos altos. Al contrario, admite que él mismo quería mejorar su condición y alcanzar el nivel más alto posible. Lo que denuncia es la forma en que se implementaban esos controles.
“¿Por qué no dije nada? ¿Por qué no nos plantamos y dijimos que era humillante? Porque si lo hacía, firmaba la sentencia de muerte de mi carrera. Si hubiera cuestionado los métodos de Collina, no habría vuelto a arbitrar un partido importante, estoy convencido”, confiesa.
Eriksson sostiene que la obsesión con el peso y la grasa corporal provocó una cultura tóxica entre los árbitros, donde el miedo a no cumplir con los estándares físicos podía dejar a los colegiados sin designaciones, afectando sus carreras y reputación.
Jonas Eriksson.
Prohibiciones absurdas y presión constante
Pero las medidas no se limitaban al pesaje. Collina también impuso una lista de alimentos prohibidos, según el relato de Eriksson. La pasta carbonara, las ostras y los pasteles estaban entre los productos vetados por ser considerados incompatibles con la figura del árbitro profesional.
Además, se exigían exámenes de la vista regulares y se compartían públicamente los resultados de cada árbitro, incrementando la presión individual frente al grupo. En teoría, se trataba de profesionalizar el colectivo. En la práctica, muchos vivieron aquello como un régimen de control casi militar.