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Fallece en Buenos Aires Francisco Wichter, el último héroe de la lista de Schindler

El último testigo de la Lista de Schindler (más popular por la película), Francisco Wichter, falleció a los 99 años en su hogar situado en la Ciudad de Buenos Aires, según comunicó su nieto Tomás Wichter, en lo que respecta al deceso de su abuelo que ocurrió la semana pasada.
“Te informo que mi abuelo ha fallecido, quien dedicó gran parte de su existencia a narrar su historia y legado. Si su fallecimiento contribuye a revivir su historia, será bienvenido”, declaró el nieto de Wichter a sus allegados, según reportaron medios de Bahía Blanca, donde el periodista deportivo pasó gran parte de su vida.
Su abuelo llegó a Argentina en 1947 donde se estableció hasta el día de su deceso. Sobreviviente de varios campos nazis de concentración, Wichter perdió a toda su familia y logró conservar su vida al ingresar en la famosa “lista” de Oskar Schindler, el ex espía alemán que, junto a su esposa, Emilie, protegieron a 1.200 judíos de los nazis, al contratarlos como operarios en una fábrica de municiones en Checoslovaquia, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial.
Francisco Wichter nació en Polonia el 25 de julio de 1926 y perdió a sus padres y cinco hermanos durante el régimen nazi. Se ha reportado que el hombre estuvo en diversos campos de concentración hasta que pudo trabajar en la fábrica de Oskar Schindler. Allí se desempeñó como el obrero 371 de la conocida lista, que años después alcanzaría la inmortalidad.
No obstante, al concluir la guerra, Francisco se trasladó a Argentina junto a su esposa Hinda, también sobreviviente del Holocausto, donde trabajó como relojero y formó una familia con dos hijos, seis nietos y ocho bisnietos. Adicionalmente, plasmó lo que vivió durante el nazismo en el libro “Undécimo mandamiento: testimonio del sobreviviente argentino de la lista de Schindler”. Es por este libro que en 2018 se presentó un proyecto de resolución en el Senado para considerarlo como una obra de interés.
Años después de la publicación de su libro, que data de 1998, Wichter concedió una entrevista a La Nación en 2001 donde se refirió al impacto que había tenido la famosa película de Spielberg, la cual, aunque él indicó que no era un documental y, por ende, no tenía la obligación de ser totalmente fiel a la realidad, lo llevó a narrar su propia historia. “Una noche, salí a la calle a despejarme, porque no podía dormir. La película estaba en mi mente repitiéndose una y otra vez”, relató sobre los momentos previos que lo llevaron a escribir su propia historia.
La historia de Schindler
Schindler había asumido el control de una fábrica de ollas que había sido expropiada a los judíos en Cracovia, donde trabajaban sin remuneración los internos del campo de concentración de Plaszow.
“Como él no tenía ningún oficio”, supo explicar Wichter, los tres dueños originales de la fábrica se encargaron de administrarla en su lugar. Sin embargo, el grupo de trabajadores no era siempre el mismo: los asesinatos y los traslados mermaban sus filas. “A él no le agradó eso”, dice Wichter, por lo que convenció al comandante Goeth, de las SS, que le permitiera mantener a los trabajadores en la fábrica. Esto los salvaba de los horrores del campo.
Para 1944, la asociación judeo-norteamericana “Joint”, la comunidad judía en Palestina y la de Hungría lograron constituir un comité en Estambul, que a su vez abrió una pequeña oficina en Budapest –relata Wichter–. De allí partieron dos emisarios para hacer una propuesta a Schindler, quien “viajó en su coche a Budapest, se entrevistó, recibió dinero, recibió promesas” y luego volvió a organizar la famosa lista: un reclutamiento para una fábrica de municiones que se establecería en Checoslovaquia, la cual casi no produciría nada y donde 1.200 personas se salvarían del Holocausto.
Wichterse unió a la lista junto a otras 750 personas que habían sido obligadas a laborar en una planta de aeronaves y, por esta razón, contaban con experiencia en la producción de municiones. Sin embargo, uno de los asociados de Schindler, de apellido Goldberg, eliminó algunos de esos nombres y comercializó los empleos por dinero, según indica Wichter.
Años más tarde, “Goldberg”, bajo otro nombre, se estableció en Argentina, donde se transformó en constructor, de acuerdo a Wichter. Tras su fallecimiento, su esposa realizó una significativa donación para enterrarlo junto a los sobrevivientes del Holocausto en el cementerio judío de La Tablada.
La Nación (Argentina) – Grupo GDA