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‘Necesitamos esperanza y optimismo para invertir en nuestro futuro’

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El sueco Johan Norberg se describe como un optimista irredento, lo cual no le impide advertir sobre varios asuntos de nuestro tiempo que, en su opinión, no marchan bien y le preocupan.

Defensor acérrimo del liberalismo clásico y de la globalización, este historiador y escritor ha publicado una veintena de libros entre los que figuran: En defensa del capitalismo global (2001), Progreso: 10 razones para mirar al futuro con optimismo (2017) y El manifiesto capitalista (2024), en los que trata temas como la importancia de la libertad individual, el emprendimiento y la libre competencia.

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Miembro del Centro Europeo de Política Económica Internacional (Bruselas) y del Instituto Cato (Washington), Norberg estará la próxima semana en Bogotá, invitado por la firma de comunicaciones estratégicas Kreab. Antes de tomar el avión a Colombia, habló con EL TIEMPO.

¿Cuál es su reacción al observar el estado actual del mundo, en contraste con la visión optimista que ha planteado en sus libros en los últimos años?

Veo algunas tendencias preocupantes, en especial, en materia política. Al mismo tiempo, observo que las empresas y la sociedad civil siguen innovando y planteando soluciones. Aunque suene contradictorio, me siento un poco preocupado y un poco optimista al mismo tiempo.

¿Por qué está un poco preocupado?

Porque en las últimas décadas vivimos en una era excepcional de libre comercio, comunicaciones abiertas y democracias liberales que hicieron posible que más países prosperaran y hallaran mejores formas de lidiar con sus problemas.

¿Qué cambió?

Desafortunadamente, ahora nos encontramos en la situación contraria. Tenemos tendencias autoritarias y dictaduras como China y Rusia que intentan influir en países de todo el mundo. También observamos una preocupante falta de liderazgo en países como Estados Unidos, donde, en lugar de proteger un orden mundial abierto, se está avanzando hacia la guerra comercial y el aislacionismo. Eso creará obstáculos para el progreso.

Usted ha planteado que para alcanzar una edad de oro se requiere una cultura de optimismo. Pero las encuestas registran un pesimismo generalizado. ¿Cuál es su reacción frente a esto?

Lo considero negativo. Necesitamos esperanza y optimismo para invertir en nuestro futuro. El pesimismo es una profecía autocumplida porque significa que, si todo va a salir mal, ¿para qué molestarse?

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¿Cuándo empezó esto?

El pesimismo tiene sus orígenes en la crisis financiera global de 2008 y 2009, que resultó en el colapso de los mercados financieros y la reducción de las tasas de crecimiento. Sin embargo, las encuestas también reflejan una contradicción: la opinión mayoritaria indica que la humanidad está condenada; pero en el plano individual, las personas manifiestan estar satisfechas con su nivel de bienestar. Claramente, hay una desconexión. Los medios de comunicación suelen prestar más atención a las malas noticias. En cambio, tenemos una conexión más directa con el entorno local, el lugar en el que vivimos, que nos hace sentir un poco más esperanzados al respecto.

Mirar hacia el futuro con optimismo es, para Norberg, el primer paso para transformar el presente. Foto:iStock

Voy a hacer de abogado del diablo: ¿una de las causas de este pesimismo es la desigualdad?

Si hablamos de la desigualdad a nivel global, existe un amplio consenso entre expertos que han estudiado este tema en torno a que, desde el cambio de milenio, este indicador ha disminuido; se ha reducido por primera vez desde, al menos, la Revolución Industrial. De hecho, en las últimas dos décadas hemos sido testigos de un crecimiento más rápido en los países de ingresos bajos y medios, que en los países ricos.

¿Qué le dicen los datos?

Que cada día cerca de 130.000 personas han salido de la pobreza extrema desde el cambio de milenio. En términos de desigualdad y pobreza mundiales, esta ha sido una época dorada y un logro increíble. En paralelo, hay una ‘desigualdad buena’: aquella que permite que algunas personas se enriquezcan proporcionando bienes y servicios a otras. Esto no solo los hace más ricos a ellos, sino a toda la sociedad. Porque si esto sucede en un sistema con un Estado de derecho y mercados libres, donde los negocios se perfeccionan cuando ambas partes estén de acuerdo, nos están generando a todos bienestar.

Los 25 años transcurridos desde el cambio de milenio han sido un periodo difícil, Y, sin embargo, durante ese mismo periodo, se ha creado cerca del 30 % del PIB per cápita mundial y la pobreza extrema se ha reducido en más de la mitad.

Johan NorbergPensador sueco

Pero no siempre es así.

Excluyo de esta fórmula, por supuesto, aquellos escenarios en los que la creación de riqueza se basa en corrupción, conexiones especiales con el gobierno y con los políticos, y obtención de privilegios. Por eso no me gusta hablar de desigualdad per se. Es una cuestión de contexto. ¿Alguien se hace rico? No es la riqueza en sí misma lo que es un problema.

Hay la percepción de que la democracia ha sido capturada por las élites…

No es solo una percepción. En efecto, hay intereses creados muy poderosos, grupos de presión y empresas que aportan recursos a las campañas políticas. Hay un riesgo de captura. Esta es la razón por la que se debe exigir constantemente transparencia, igualdad de condiciones y la aplicación de la ley; para que no dependa de la arbitrariedad de un funcionario público, sino de los principios y normas. Este riesgo está presente en todo el mundo. Siempre ha ocurrido que algunas personas con poder e influencia abusan de su posición. Asegurar que existan contrapesos debe ser un trabajo constante.

¿Qué tanto pesa que los referentes de los valores de las democracias occidentales se hayan empañado?

La influencia de países como Estados Unidos es increíblemente importante. En todas las épocas, los países más ricos son los que crecen más rápido. Son un ejemplo para el resto del mundo porque se convierten, justamente, en un referente: el lugar al que todos queremos llegar. Creo que una de las razones por las que hemos visto un deterioro de la calidad de la democracia, en los últimos 15 años, es porque Estados Unidos ya no parece estar interesado en cumplir este rol.

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¿Qué impacto tienen las redes sociales en la polarización y en el pesimismo?

Las redes sociales ofrecen la capacidad de expresar opiniones y coordinar comportamientos, democratizan. Esto es algo maravilloso, especialmente si se trata de permitir que la ciudadanía pueda anteponerse a prácticas represivas por parte de los gobiernos. Sin embargo, en ellas también se crean oportunidades para el tribalismo y el sectarismo, se profundiza la agresividad y se abre la puerta al autoritarismo y al extremismo. Sabemos que mucho de lo que reciben algunas personas en las redes sociales no proviene de personas reales, sino de bots rusos. 

La inmediatez de las redes también es un factor complejo. No se cuenta el tiempo necesario para formar una opinión y expresarla; no alcanzamos a reflexionar, a comprender el contexto. La opinión se vuelve más volátil y se hace más fácil influir en las personas de manera drástica. Esta es una de las razones por las que se observan más movimientos de protesta y mayor contradicción; es más fácil que nunca avivar la opinión pública. Debemos prepararnos para ello, es algo que no va a cambiar.

Hablando de cambios, ¿qué opina de la inteligencia artificial? ¿Es el equivalente histórico de la imprenta de Gutenberg, o nos aproxima al apocalipsis?

Estoy un poco indeciso al respecto. De una parte, es un logro notable. En los próximos años, tendremos una oportunidad increíble de resolver problemas de salud, abordar asuntos ambientales y acceder a nuevas fuentes de energía. Eso me entusiasma.

La esperanza nace de la acción: de las manos que crean, innovan y cuidan el futuro común. Foto:iStock

¿Y la otra cara?

Por otro lado, habrá usos malintencionados de esta herramienta. Habrá más intentos de desinformar, engañar y estafar a las personas, y será utilizada políticamente para incidir en la opinión pública. En suma, la IA se utilizará para bien y para mal. Nos espera un período difícil, pues veremos más avances que en el pasado en muchos aspectos, pero también nuevas amenazas, más de las que hemos enfrentado en el pasado. Será mejor que nos preparemos para ello; pero estoy convencido de que hay más gente que quiere salvar el mundo que gente que quiere destruirlo.

¿Cuál es su percepción de América Latina?

Es una de las regiones más hermosas que he conocido, por su naturaleza, abundancia de recursos, la amabilidad y la creatividad de la gente. Sin embargo, su progreso se ha visto frenado por diversas razones. Históricamente, por el colonialismo. Más recientemente, por estructuras represivas que han limitado la economía y la innovación. Debería haber crecido más rápido, ser un actor más relevante en la escena mundial. Esta región debería tener la capacidad de relacionarse con EE. UU. y China, vender y exportar, estar abierta a recibir inversiones. Este debería ser el momento de América Latina, convertir a la región en un lugar de sensatez, estabilidad y apertura, que utilice las ideas y tecnologías del resto del mundo.

 Carátula del libro ‘El manifiesto del capitalista’ de Johan Norberg. Foto:Planeta libros.

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¿Qué le dice su lado optimista sobre el futuro?

Esa es mi forma de ver el mundo. Dicho eso, el optimismo no significa que no enfrentemos dificultades. Los problemas son inevitables, siempre habrá desastres, agresiones, así es la vida. Pero el optimismo consiste en entender que tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto y que, de hecho, lo hacemos constantemente. La mayoría de la gente se despierta por la mañana preguntándose, “¿qué puedo hacer?, ¿cómo puedo aportar?”. Podemos innovar para encontrar soluciones.

¿Cómo?

Tiendo a mirar hacia el pasado: los 25 años transcurridos desde el cambio de milenio han sido un periodo difícil, de crisis tras crisis y desastres naturales. Vivimos una pandemia, una crisis financiera internacional y guerras como la originada en la invasión de Rusia a Ucrania. Y, sin embargo, durante ese mismo periodo, se ha creado aproximadamente el 30 % del PIB per cápita mundial y la pobreza extrema se ha reducido en más de la mitad; la mortalidad infantil se ha reducido en igual proporción. Estas cifras me dicen que la humanidad es creativa, tiene la capacidad de gestionar y sobreponerse a las crisis, siempre que tenga la libertad de improvisar, de adaptarse.

¿Qué viene?

Nos espera un camino difícil, tenemos retos ambientales, tecnológicos y políticos; pero hay miles de millones de personas que solo piensan en cómo podemos resolver esto. Gente en el mundo de los negocios, en la sociedad civil, en los hogares y trabajadores que piensan en lo que pueden hacer al respecto. Mientras tengan un grado relativo de libertad, nos sorprenderán y encontrarán soluciones. Dado que nuestros problemas serán impredecibles, nuestras soluciones también tendrán que serlo. Así que tendremos un noble campo de juego con miles de millones de personas que encontrarán nuevas soluciones. Estoy seguro de que ellos salvarán mi esperanza en el futuro.

RICARDO ÁVILA PINTO

Analista sénior

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