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Trump desmiente a Rafael López Aliaga

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que Washington DC es hoy más peligrosa que ciudades latinoamericanas como Bogotá, Ciudad de México o Lima, a las que considera las más inseguras del mundo. Muy aparte de la imprecisión de los datos que ya han valido la protesta diplomática mexicana, esta afirmación ha puesto en escena una ironía política difícil de ignorar.

Si bien puede entenderse esta selección de ciudades desde una variable ideológica, resulta por lo menos sugerente que haya despotricado contra alguien que se dice, asimismo, seguidor de Donald Trump.

Ha sido el propio referente de estilo político de Rafael López Aliaga, alcalde de Lima, quien lo ha contradicho ante el mundo. Con una sola frase, el mandatario estadounidense ha echado por tierra la narrativa triunfalista y falsa que López Aliaga intenta, con troles y bravatas vacías de contenido real, instalar desde el inicio de su gestión.

El alcalde limeño ha repetido más de una vez que la inseguridad “está disminuyendo” gracias a supuestos logros en la lucha contra el sicariato y la extorsión en su mandato.

No obstante, este discurso contrasta de manera frontal con los datos: denuncias por extorsión en aumento, homicidios que no se reducen y una ciudadanía que sigue modificando sus proyectos de vida por miedo.

Durante su gestión como alcalde, la ciudad ha experimentado un repunte sostenido en homicidios. De acuerdo con cifras del Sistema Informático Nacional de Defunciones, en 2024, Lima registró 794 homicidios, cifra que duplicó los 470 del mismo periodo anterior, y se convirtió en el año más violento en casi una década.

Lo revelador de este cruce discursivo es que desmonta, con un golpe inesperado, la treta de López Aliaga. Esta consiste en convertir la seguridad ciudadana en un relato de logros constantes, sin importar que la evidencia empírica diga lo contrario.

El colofón es claro: las “verdades” políticas construidas sobre datos incompletos, percepciones manipuladas o comparaciones engañosas siempre tienen fecha de caducidad. En ocasiones, su derrumbe es más estrepitoso cuando quien las hace tambalear no es un opositor, sino un supuesto aliado. Sin proponérselo, este termina por desnudar la tragedia de una gestión que confunde propaganda con resultados.

En política, las mentiras siempre tienen un recorrido limitado, y en el caso de Rafael López Aliaga, Donald Trump se ha convertido en un testigo inesperado de ese límite.



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