Colombia
Un 70% de los homicidios reportados seguiría en la impunidad
A primera vista, la Heroica parece respirar un leve alivio. Las cifras oficiales de Medicina Legal, analizadas por el programa Cartagena Cómo Vamos, muestran una reducción sutil pero tangible del 3% en la tasa de homicidios durante lo corrido de 2025, con 297 casos registrados frente a los 285 del mismo periodo de 2024.
Sin embargo, detrás de este pequeño descenso se esconde una realidad más oscura y estructural que sigue azotando los barrios: la violencia por encargo, o sicariato, que funciona como el termómetro de una sangrienta guerra territorial entre bandas criminales por el control del microtráfico y las rutas del narcotráfico.
La advertencia de los analistas es clara: a pesar de la disminución total, la violencia homicida sigue siendo un desafío mayúsculo que deteriora la calidad de vida, la confianza ciudadana y la seguridad comunitaria.
Y en el corazón de esta amenaza tardía el fenómeno del sicariato, que, si bien se redujo un 6% en casos explícitamente clasificados (pasando de 101 a 95), mantiene una participación constante del 35% en el total de crímenes letales.
Solo en el mes de octubre, según el diario EL UNIVERSAL, hubo 24 homicidios: 17 fueron bajo la modalidad de sicariato; 3 en riñas, 2 en atracos y 2 en circunstancias por establecer (La Boquilla y Villa Fanny).
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La guerra entre bandas criminales
operativos en cartagena Foto:distrito de cartagena
El fenómeno del sicariato en Cartagena no es un conjunto de actos aislados de criminalidad común; es la manifestación más cruel de un conflicto de alto impacto. Históricamente, la ciudad es un corredor estratégico para la salida de estupefacientes hacia Centroamérica y el Caribe, lo que la convierte en un botón preciado para estructuras del crimen organizado como el Clan del Golfo, ‘La Heroica’ o facciones locales asociadas a estas bandas criminales.
La guerra actual se concentra en dos frentes. El primero es el control del microtráfico, la llamada “guerra por la tiza” o el narcomenudeo. Esto implica la disputa por el dominio de puntos de venta de drogas (“ollas”) en los barrios más vulnerables y densamente poblados, donde el sicariato se usa como mecanismo de limpieza social, ajuste de cuentas por deudas, o la ejecución de traidores o rivales que invaden el territorio. El segundo frente, menos visible pero más rentable, es el control de los accesos marítimos y terrestres para el narcotráfico internacional, donde los asesinatos selectivos buscan asegurar la cadena logística del crimen transnacional. Los sicarios, muchas veces jóvenes reclutados de los mismos barrios marginales, son la herramienta desechable en este tablero de ajedrez criminal.
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Alta tasa de impunidad percibida y real
Operativos en Cartagena Foto:Policia Nacional
El análisis de Cartagena Cómo Vamos subraya una característica definitoria del sicariato: su alta tasa de impunidad percibida y real.
Un preocupante 70% de los homicidios reportados en 2025 tiene un agresor desconocido. Esta cifra, que es predominante en los casos de asesinatos por encargo, no solo genera una profunda desconfianza en la institucionalidad, sino que también perpetúa el ciclo de la violencia, ya que los clanes rivales no temen repercusiones inmediatas.
Además, existe un problema crítico en la clasificación forense. La institución advierte que la cifra de sicariato podría estar subestimada debido a que un porcentaje alarmante de casos carece de información sobre las circunstancias del hecho.
Esta laguna en los datos dificulta la verdadera magnitud del problema y, por ende, la focalización efectiva de las estrategias de seguridad. No se puede combatir lo que no se conoce con certeza.
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Un retrato de las víctimas: jóvenes
atrapados por los violentos
Patrullas de infantería de marina y policía Foto:distrito de cartagena
Los datos demográficos de las víctimas son un llamado de atención urgente sobre el impacto social de esta guerra. El 96% de los asesinados son hombres, y lo más dramático es que el 70% de ellos se encuentra en el rango de edad de 20 a 39 años. Esta franja, esencial para la vida productiva y social de la ciudad, es la carne de cañón del conflicto.
La elección de la herramienta homicida también es contundente: el arma de fuego fue el medio utilizado en 228 casos, lo que representa un 83% del total. Este modus operandi es una firma indiscutible del crimen organizado y del sicariato, que utiliza la letalidad y la rapidez de las balas para imponer su ley.
La focalización geográfica y temporal también es clave para las autoridades.
Los meses de mayor crudeza de la violencia fueron junio (15%), julio (13%) y agosto (17%), lo que obliga a las estrategias preventivas a intensificar la vigilancia y el control territorial precisamente durante estos períodos, posiblemente asociados a movimientos en las estructuras criminales o al flujo de dinero y drogas en la temporada de mitad de año.
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La ciudad busca una solución integral en el medio.
de un contexto de violencia en todo el país
Cartagena Cómo Vamos enfatiza que reducir los homicidios por sicariato es un reto que trasciende la mera respuesta de la Fuerza Pública. Requiere una “mirada integral desde la prevención, la convivencia y la seguridad”.
La prevalencia de víctimas jóvenes obliga a la administración distrital a redoblar esfuerzos en estrategias de inclusión educativa, empleabilidad y formación integral para ofrecer alternativas reales a la población en riesgo de ser reclutada por las bandas.
Avanzar hacia una Cartagena más segura, donde la vida no sea un contrato por encargo, exige sostenidas que fortalezcan el tejido social, promuevan la confianza ciudadana y logren una articulación institucional efectiva que ataque tanto la causa (falta de oportunidades) como la consecuencia (la guerra entre bandas).
La leve reducción es un indicio, pero la persistencia del sicariato en el 35% de los crímenes demuestra que la guerra silenciosa por el control del territorio está lejos de terminar.
Además, te invitamos a ver nuestro documental ‘Explotación sexual en Cartagena: voces silenciadas’
Documental de la periodista Jineth Bedoya. Foto:
cartagena