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“Fue un asesinato, no tengo dudas”

Sir Bradley Wiggins, leyenda del ciclismo británico y primer ganador del Tour de Francia para su país, ha abierto en canal su vida en The Chain, una autobiografía que retrata sin filtros sus heridas más profundas: los abusos sexuales que sufrió en la adolescencia, la tormentosa relación con su padre y los años de autodestrucción tras su retirada.
A los 45 años, el que fuera icono de los Juegos de Londres 2012 y ganador de ocho medallas olímpicas relata cómo su vida se derrumbó al dejar la bicicleta. Pese a haber ganado millones durante su carrera, acabó en la ruina, adicto a la cocaína y viviendo sin techo. “Llegué a odiar mis medallas. Un día acabé esnifando cocaína sobre el oro olímpico que tanto me había costado conseguir”, escribe con crudeza.
Bradley Wiggins, en el Giro de 2013.
El británico revela que el origen de muchos de sus traumas está en los abusos que sufrió entre los 13 y los 16 años por parte de su entrenador, Stan Knight. “Fue el primer adulto que me hizo sentir que valía algo, aunque también fue quien me robó la inocencia”, confiesa. Knight murió en 2003, pero su sombra marcó a Wiggins durante décadas. “La confianza que me dio fue también lo que me llevó a lo más alto. Es difícil de aceptar, pero sin él quizá nunca habría llegado tan lejos”.
Otro de los capítulos más conmovedores está dedicado a su padre, Gary Wiggins, exprofesional del ciclismo, alcohólico y violento, que abandonó a su familia y murió en Australia en 2008 en circunstancias aún confusas. “Fue un asesinato, no tengo dudas”, asegura Bradley. “Y, aunque suene terrible, sentí alivio. Fue como liberarme. Aun así, sigue siendo mi héroe. Estoy hecho de él, para bien o para mal”.
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El exciclista también ajusta cuentas con el pasado. Critica duramente a Dave Brailsford, exdirector de Team Sky, con quien conquistó el Tour en 2012. “Pensé que éramos como hermanos, pero me di cuenta de que era prescindible. Cuando más necesitaba apoyo, me dejaron solo”, lamenta.
Wiggins dedica un capítulo entero al escándalo del famoso Jiffy Bag, el misterioso paquete entregado durante el Tour de 2011 que desató sospechas de dopaje en el seno de Sky. Aunque nunca se demostró nada, reconoce que aquel episodio “fue una bala usada para acabar conmigo”. Sugiere incluso que el contenido del paquete podría estar relacionado con los productos por los que años más tarde fue sancionado el médico Richard Freeman.
Una vida de película
Divertido gesto del británico
Años después de aquellos días oscuros, Wiggins asegura haber encontrado cierta paz. Superó la adicción, saldó sus deudas y ha reconstruido su vida. “Todo se ha resuelto. Estoy en un buen lugar. Los responsables de mis caídas están pagando su precio, y yo, por fin, estoy en pie”, afirma.
Entre la gloria y el infierno, la historia de Bradley Wiggins es la de un hombre que pedaleó más rápido que sus fantasmas… hasta que ellos terminaron alcanzándolo.









