Economia

Aún quedan sobresaltos / Análisis de Ricardo Ávila

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Basta una rápida búsqueda en Internet para encontrar las imágenes de aquel 7 de agosto de 2022 en la plaza de Bolívar de Bogotá, cuando Gustavo Petro tomó posesión como presidente de la República. Las caras alegres de los asistentes y la tarde soleada llegaron a ser interpretadas como el preámbulo de una nueva época, marcada por la concordia y la unión. Como lo señaló una frase del discurso inaugural: “Hoy empieza la Colombia de lo posible”.

Tres años después, buena parte de los sueños esbozados en ese momento se antojan irrealizables, comenzando con el de la paz verdadera y definitiva. Decir que el camino recorrido ha sido tortuoso apenas da una idea de los casi 1.100 días transcurridos desde que arrancó “el Gobierno del cambio”.

Falta casi un año para que se termine el gobierno Petro. Foto:Mauricio Moreno

No hay duda de que, por cuenta de ese transcurrir sinuoso, retorcido o zigzagueante, la expectativa es grande frente a lo que pueda suceder a lo largo de los doce meses que todavía le quedan a la presente administración. Si tradicionalmente la llegada de la temporada electoral se combina con las urgencias de un Ejecutivo que trata de concluir sus iniciativas y preservar su legado, ahora el clima está todavía más cargado que en ocasiones anteriores.

Frentes como orden público, relaciones internacionales o economía presentan desafíos importantes. A eso se añade la pugnacidad de un mandatario que hace rato abandonó las promesas de buscar la unidad y optó por jugar la carta de la polarización con el fin de asegurar la continuidad del Pacto Histórico en el poder.

Así la coyuntura en lo que atañe al comportamiento
de la demanda interna y el empleo sea favorable –algo que se ve reflejado en la mayor confianza de los consumidores–
el deterioro de las cifras fiscales constituye un enorme peligro.

Ricardo ávilaAnalista Sénior

Aunque sea mayoritariamente impopular, los números de Petro superan los que registraron sus dos antecesores un año antes de entregar el cargo. Tras el bache en la favorabilidad que experimentó cuando tuvo lugar el atentado contra Miguel Uribe, las encuestas más recientes muestran una recuperación que lo vuelve a ubicar con un respaldo superior al 30 por ciento.

Dicho apoyo le permite contar con el margen de maniobra suficiente para contener a sus críticos y dominar aquello que se conoce como “la conversación nacional”. Nadie más tiene hoy por hoy la capacidad de imponer la agenda de conversación y generar titulares, magnificados por una maquinaria informativa descomunal que va desde la red pública de noticias hasta las bodegas financiadas por el presupuesto, que hacen presencia en las redes sociales.

Quedan retos en materia de finanzas públicas. Foto:iStock.

Como señala el analista Leonardo García, “incluso sin mayoría parlamentaria ni resultados claros en muchos temas, Petro ha conseguido que el país gire en torno a sus palabras”. Agrega que “no solo comunica, sino que obliga a reaccionar a medios y líderes de opinión, con lo cual se ha consolidado como el gran narrador de lo que sucede”.

Ahora la gran incógnita es si la apuesta se va a duplicar, con el fin de garantizar el triunfo en las urnas. Conquistar la meta comienza con un muy buen resultado en los comicios legislativos de marzo, que resulta fundamental para lo que venga en las presidenciales de mayo.

Por ello, así el trajinar de la Casa de Nariño a veces parezca caótico, hay que entender que existe un norte claro alrededor del cual se supedita el accionar gubernamental. Observadas en desorden, las piezas del rompecabezas dan la impresión de no tener sentido; pero cuando estas encajan, el letrero de ‘elecciones 2026’ surge con toda claridad.

El trayecto

Con esa especie de tierra prometida en la mira, vale la pena identificar los medios que harían factible el fin. Desde el famoso consejo de ministros televisado de comienzos del año, quedó en claro que la palabra clave es radicalización, algo que tuvo que ver con el convencimiento de que el Congreso no tramitaría las reformas propuestas por la administración.

Tras el hundimiento de la reforma laboral en marzo, vino el choque con el Legislativo, que incluyó el llamado a la consulta popular, acompañada del ‘decretazo’ que supuestamente le daba vida al mecanismo. Aumentar la apuesta sirvió para resucitar la iniciativa, con el desenlace conocido, al cabo de noventa días de controversia.

El Presidente sancionó la reforma laboral el 25 de junio en la Quinta de Bolívar, en Bogotá. Foto:Néstor Gómez / EL TIEMPO

Aquella actitud de confrontación continúa vigente. Lejos de lo que era una norma no escrita, consistente en que el periodo de sesiones previo a las elecciones se dedicaba a lo estrictamente necesario para que los parlamentarios pudieran contar con el tiempo suficiente para hacer proselitismo en sus regiones, ahora hay tres platos fuertes: el sometimiento a la justicia, la reforma tributaria y la de la salud.

Cualquiera que haya pasado por el Capitolio sabe que sacar adelante proyectos de tanta envergadura es prácticamente imposible, y más en medio de las tensiones actuales. Pero cualquier negativa le servirá a Petro para volver al “no me dejan” e insistir en que se requiere una renovación de aquellos senadores y representantes que se le oponen, por lo cual vienen múltiples escaramuzas en ambos bandos.

La guerra de posiciones incluye el debate en torno al presupuesto general de la Nación. Al plantear un programa de gastos tan elevado, que depende en una parte importante de la aprobación de más cargas impositivas, todo apunta a que sucederá lo mismo que el año pasado: una falta de acuerdo entre bancadas, cuyo desenlace será la expedición de un decreto del Ejecutivo.

En contra de lo que pasa en las democracias parlamentarias, en las que se repiten las partidas del ejercicio en curso si no hay una mayoría que respalde la propuesta del Gobierno, lo ocurrido en 2024 abrió una caja de Pandora en Colombia. Tal como están las cosas, a la administración le resulta más rentable partir de una cifra más grande en la que caben muchas asignaciones y decidir de manera autónoma, después, qué se aplaza o qué se ejecuta. Esa también es una manera de premiar a los amigos y castigar a los contradictores sin tener que negociar con los congresistas.

No faltan los analistas que, en ese panorama, contemplan la eventualidad de que la Casa de Nariño decida hacer uso de la figura de la emergencia económica. Expedir normas que se presenten como un golpe a los más ricos o a determinadas empresas puede ser una manera de congraciarse con ciertos sectores de la opinión, así el examen de la Corte las eche para atrás posteriormente.

Y, hablando de formas de ganar el favor de la ciudadanía, surgen otros temas en el horizonte. Uno de ellos es la intención de meterle mano a las tarifas de energía eléctrica, para que los usuarios sientan una rebaja significativa en la factura. La ofensiva contra XM, que gestiona el mercado mayorista de kilovatios, forma parte de la estrategia.

Edwin Palma, ministro de Minas, asistió a una reunión con la junta directiva de XM. Foto:Archivo particular

Hacer algo de ese estilo pondría a muchas compañías del ramo en serios problemas y llevaría a más de una al borde del colapso. Pero hay que insistir en que la viabilidad financiera del sector puede quedar relegada por la intención de ganar puntos ante los electores, así venga una crisis unos meses más tarde.

Tampoco importa el respeto a la independencia del Banco de la República, como quedó en evidencia el viernes pasado. Tras lamentar que la entidad no hubiera bajado la tasa de interés que determina, el presidente de la República señaló en X que se trata de “detener el crecimiento económico con un propósito político”, al tiempo que afirmó que la baja en la inflación constituye un éxito gubernamental, no del Emisor.

Subir la vara

Utilizar la confrontación de manera permanente forma parte de los escenarios que contempla Alejandro Gaviria, quien formó parte del gabinete de Gustavo Petro en su primera etapa. “Pensar en una extrapolación de lo que ha venido ocurriendo parece como lo más probable, así la retórica altisonante aumente su volumen”, sostiene el exministro.

Este agrega una segunda posibilidad que consiste en enfrentamientos institucionales mucho más fuertes. Por ejemplo, no hacerle caso a la Corte Constitucional, que ordenó el levantamiento de la intervención de la EPS Sanitas, o la expedición de decretos que vayan más allá de las atribuciones que le corresponden al Ejecutivo.

Si bien la considera como improbable, Gaviria dice que “no descarto del todo el intento de producir una ruptura institucional, orientada a prolongar el periodo presidencial con el argumento de que se convocará una constituyente”. Para no ir más lejos, el jefe de Despacho presidencial, Alfredo Saade, reaccionó ante la noticia de que las puertas a la reelección indefinida de Nayib Bukele se abrieron en El Salvador con un “lo mismo pasará en Colombia. Qué bien”.

Una vez más, la clave para descifrar lo que viene radica en la vocación de poder. “Petro no gobierna solo pensando en su mandato, sino en la consolidación de un ciclo político prolongado”, señala Leonardo García.

Hecho el planteamiento, no sobra recordar que la realidad es dinámica. Así la Casa de Nariño cuente con un objetivo definido, eso no quiere decir que las tenga todas consigo, pues hay evidentes señales de agotamiento en segmentos de la sociedad que llegaron a respaldarlo. A lo anterior se agregan los errores que comete un equipo de gobierno débil, en donde abundan las rivalidades.

Es cierto que las docenas de precandidatos presidenciales que hoy existen dan la impresión de una oposición desperdigada, algo que favorece al Pacto Histórico. No obstante, con el paso de los meses, el número de aspirantes se verá reducido y la carrera comenzará. Acá, como señala García, “el verdadero desafío no será simplemente derrotar al petrismo en las urnas, sino articular una alternativa legítima que ofrezca dirección a una sociedad exhausta por la incertidumbre, la fragmentación institucional y el discurso excluyente”.

Mientras ese momento llega, los riesgos en materia económica siguen presentes. Así, la coyuntura en lo que atañe al comportamiento de la demanda interna y el empleo sea favorable –algo que se ve reflejado en la mayor confianza de los consumidores– el deterioro de las cifras fiscales constituye un enorme peligro.

Hasta la fecha, los mercados internacionales han sido relativamente tolerantes con Colombia, pero las circunstancias pueden cambiar de la noche a la mañana si los tenedores de bonos deciden liquidar sus posiciones y presionan la tasa de cambio hacia arriba. Nadie puede asegurar que ese será el caso en una fecha cierta, pero no hay duda de que el panorama de las finanzas públicas es todavía peor que el de hace tan solo un mes, sin que exista un propósito claro de enmienda.

Aparte de lo anterior, la incertidumbre electoral seguirá pesando en el ánimo del sector privado. Fuera de que tenga pocos chances de salir adelante, el anuncio de la reforma tributaria no le ayuda al desempeño de la inversión productiva, que viene de capa caída desde hace un buen tiempo.

Debido a ese y otros factores, no queda de otra que mantener la guardia arriba en los meses que vienen. Una cosa es conservar el optimismo y aspirar a que las elecciones se desarrollen con normalidad, y otra es disminuir el nivel de alerta ante las actitudes de un gobierno que jugará la carta de la radicalización tantas veces como sea posible. Cabeza fría y ojos bien abiertos es lo que se requiere en estos doce meses en los cuales los sobresaltos para Colombia serán la norma y no la excepción.

RICARDO ÁVILA PINTO

Especial para EL TIEMPO

En X: @ravilapinto

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