Mi opinión
El populismo de Petro está dejando un legado de ruina.

Enero de 2025 inicia con una palpable sensación de crisis en Colombia, marcada por una creciente desconfianza hacia el gobierno de Gustavo Petro. A medida que se desenvuelven los primeros días del año, las decisiones tomadas por el presidente están echando sombras sobre el futuro del país, planteando serias interrogantes sobre la viabilidad del proyecto político que propuso al llegar al poder.
Desde su ascenso, las políticas de Petro han estado impregnadas de un populismo que, aunque prometedor en su retórica, ha demostrado ser profundamente problemático en su ejecución. La administración ha priorizado políticas que, en teoría, buscan la inclusión social y la justicia económica; sin embargo, la realidad muestra un panorama más oscuro. Según datos del DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística), el desempleo se ha incrementado al 12.5%, cifra que supera las proyecciones iniciales de su gobierno y pone en tela de juicio la eficacia de sus reformas laborales.
Uno de los aspectos más recientes que aquejan a la gestión de Petro es su decisión de implementar condiciones drásticas en cuanto a la producción y comercialización de petróleo, en un intento de transitar hacia energías más limpias. Si bien es un objetivo loable, los efectos inmediatos sobre la economía son devastadores. En medio de una caída significativa en los ingresos por exportaciones de petróleo, Colombia enfrenta un déficit fiscal que perjudica a múltiples sectores, con el riesgo de recortes en educación y salud. Según el Ministerio de Hacienda, se espera que el crecimiento del PIB se mantenga estancado en un escaso 1.2% durante el 2025, un indicador alarmante que presagia el agravamiento de la crisis económica.
Además, el manejo de la seguridad ha sido objeto de críticas vertiginosas. Las promesas de una paz duradera son ahora ecos lejanos, mientras los índices de violencia se disparan, con un notable aumento en la tasa de homicidios en ciertas regiones. La inseguridad se torna palpable, afectando la inversión extranjera y el turismo, que ya son críticos para la economía nacional. La percepción de un país en caos se agrava en un contexto de polarización política donde el clima se torna hostil y dividido.
Las promesas de Petro con respecto a la reforma agraria también se encuentran en un camino complicado. Si bien las intenciones de abordar la desigualdad en las tierras son apreciables, sus acciones han desencadenado tensiones con sectores agrarios que ven sus intereses amenazados. Según analistas de la Universidad Nacional, estas contradicciones podrían desencadenar protestas y disturbios sociales en el corto plazo, generando un ciclo de inestabilidad que podría ser difícil de revertir.
En cuanto a la política exterior, el discurso populista ha aislado a Colombia en regiones donde antaño jugó un papel fundamental como mediador y socio estratégico. Las tensiones con Estados Unidos, que en el pasado fueron un baluarte en la lucha contra el narcotráfico, han aumentado tras la ambigüedad del gobierno frente a los cultivos ilícitos, provocando desconfianza en los aliados internacionales y complicando relaciones comerciales vitales.
Mirando hacia el futuro, los próximos meses de 2025 podrían ser críticos. Hay una probabilidad significativa de que la oposición se movilice con mayor fuerza, aprovechando el descontento social y las promesas incumplidas de Petro. La posibilidad de un escenario de crisis política se halla latente, y la falta de un plan claro de recuperación económica puede generar un efecto dominó en el bienestar social de la población.
En conclusión, el legado de Gustavo Petro se perfila como uno de ruina económica y social. La combinación de decisiones desmedidas, promesas rotas y un saldo negativo en lo que respecta a la seguridad nacional no solo pone en riesgo su administración, sino que podría acarrear consecuencias incalculables para el futuro de Colombia. El desafío que se presenta en 2025 es claro: el país necesita un cambio de rumbo, un compromiso renovado con el desarrollo sostenible y la seguridad, lejos de las narrativas populistas que han llevado a muchos a un futuro incierto. Sin un cambio significativo, el legado de Petro podría convertirse en un ejemplo de lo que se debe evitar en la gobernanza contemporánea.