Colombia
La impactante historia del equilibrista más audaz del mundo: entre riesgos mortales, plegarias y un desenlace en vivo.
Karl Wallenda confrontaría su mayor reto al caminar sobre un cable a cerca de cien metros de altura entre dos torres del Condado Plaza Hotel en San Juan, Puerto Rico, de la peor manera imaginable. El 21 de enero había alcanzado los 73 años, y su cuerpo mostraba las huellas de innumerables caídas y accidentes sufridos a lo largo de su vida, dedicada a la acrobacia y a actos extremos que son ejecutados por muy pocos.
Tenía una cadera rota, una clavícula lastimada y padecía de una hernia. El miércoles 22 de marzo de 1978, deslumbraría con otra proeza: caminar sobre un cable de acero.
Tenía un excelente motivo para continuar. Su padre Engelbert Wallenda y su madre Kunigunde Jameson venían del ámbito circense. Él era un acróbata y ella también una artista.
Karl nació en Magdeburgo, parte del imperio alemán, en 1905. Su primer acercamiento al peligroso arte de caminar sobre el cable fue audaz. Durante su adolescencia, tras un periodo como minero, se unió a un circo que buscaba nuevos talentos. Un equilibrista le inquirió si podía pararse sobre sus manos, a lo que él asentía. El hombre le solicitó que lo acompañara hasta una plataforma de doce metros de altura donde había un cable. Allí, el individuo se colocó sobre el alambre, se agachó y le pidió al joven Karl que se pusiera sobre sus manos.
El joven titubeó inicialmente, pero el hombre lo amenazó con lanzarlo al abismo si no obedecía. Así iniciaron los comienzos de Wallenda en el delicado arte de caminar por el aire.
Se dio cuenta de que esa era su auténtica vocación y que sería su legado. Fundó la compañía The Flying Wallendas, que cautivó al público con los actos más audaces. Creó la pirámide de tres personas, que presentó en Milán en 1925, y fue tan impresionante que lo llevó a actuar en Nueva York. Años después, perfeccionó la pirámide con siete personas en tres niveles, incluyendo a su esposa en la cima sentada en una silla.
Actuaron durante un largo periodo en Cuba, contratados por circos, y eran reconocidos no solo por sus pirámides, sino también por su equilibrio sobre bicicletas en el cable.
En la troupe participaban su hermano Hermann y su esposa Helen Kreis. La familia atravesaría momentos complicados. El 30 de enero de 1962, en una actuación en Detroit, un sobrino perdió el equilibrio y junto a otro miembro de la troupe fallecieron, mientras que otro quedó parapléjico. Wallenda sufrió una fractura de cadera. Al año siguiente, otro trágico incidente le costó la vida a una cuñada.
Su cónyuge, Helen, afectada por tantas tristezas, decidió distanciarse y se permanecía a la sombra de las acciones suplicando que todo saliera bien.
A pesar de sus más de sesenta años, continuó con proezas sorprendentes, como atravesar a 225 metros de elevación el cañón del parque Tallulah Gorge en Georgia, y cuatro años más tarde, estableció el récord de caminar 550 metros sobre una cuerda en el parque de atracciones Kings Island en Ohio.
Ese miércoles 22 de enero de 1978, indagó insistentemente sobre las ráfagas de viento, a las que consideraba su peor adversario. Le advirtieron que en San Juan, los vientos eran engañosos y que no debía fiarse de la suave brisa que soplaba.
La anticipación era elevada, y cámaras de televisión transmitirían en directo su hazaña. Una multitud anhelaba con entusiasmo.
Sin embargo, no estaba conforme ya que su equipo no había participado en la calibración del cable, algo que siempre hacía. Al comenzar la caminata, una ráfaga intensa lo obligó a regresar al punto de partida.
Luego, retomó la marcha. Estaba casi a mitad del recorrido cuando la cuerda comenzó a oscilar; se inclinó hacia adelante para no perder el equilibrio.
Uno de sus colaboradores, situado en la azotea adonde debía llegar, le gritaba que se sentara. En ese instante, una ráfaga de viento lo sacudió y lo derribó.
Se lo pudo observar cuando extendió una mano para agarrarse al cable, pero no lo consiguió. En su caída, no soltó la varilla que portaba. Se estrelló sobre el techo de un taxi, rebotando y cayendo en la acera, frente a la asombrada mirada de la multitud que se había congregado para presenciar su actuación. En el hospital, fue declarado muerto.
En total, siete miembros de la familia Wallenda perdieron la vida practicando esta forma de arte.
Como se esperaba, sería un bisnieto quien superaría su registro de caminata en las alturas, cuando caminó una distancia de 610 metros.
Para Wallenda, la verdadera existencia se hallaba en la ejecución de sus actos. Creía firmemente que Dios le otorgaba el coraje y el talento, y que sabía que se acercaba a Él cada vez que desafiaba esas alturas.