Economia
La economia y los negocios en la bienal internacional de arte Antioquia y Medellin 2025

En tiempos como los que corren, el arte resulta más necesario para refrescar las conciencias y ofrecer bocanadas de aire fresco a espíritus agobiados por un acontecer que se tiñe de ofensa e incertidumbre. Arte para levantarse, con mirada aguda y profunda, en estos días en los que los ciudadanos padecen un sofocante malestar en el tramo de historia por el que justo ahora les ha tocado transitar.
Ese puede ser el sentido de dos bienales de arte que avanzan en las principales ciudades del país e, incluso, más allá de ellas: imbricadas no solo en las calles de Medellín y Bogotá sino en el territorio, en 15 municipios de Antioquia. Arte que interpela la concienca individual así como a la sociedad, pero también toca asuntos más terrenales, pues la magnitud de estos acontecimientos necesariamente moviliza al mundo económico.
La Bienal Internacional de Antioquia y Medellín (Bi_AM) apuesta por la libertad y se presenta como “laboratorio vivo de creación, formación y pensamiento alrededor del arte contemporáneo”, con la idea de tener alcance global desde la raíz territorial. Ha sido un proyecto organizado por la Gobernación de Antioquia, el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia y cuenta con el apoyo de la Alcaldía de Medellín con el que se espera dinamizar la escena artística local y regional, fomentar la cohesión social, potenciar la visibilidad del departamento y estimular el crecimiento económico de las subregiones.
Lucrecia Piedrahita, con los artistas Azuma Makoto (centro) y Pedro Reyes. Foto:Isaac Ripoll
Justo esto último muestra cómo la dimensión creativa debe ir de la mano –por la magnitud del evento– de la presencia del sector privado, a la par de lo público. Por lo tanto, propicia decisiones empresariales, alienta el empleo y promueve posibilidades de negocios para el futuro.
A estos puntos se refiere, en esta conversación, la arquitecta y museóloga Lucrecia Piedrahíta Orrego, curadora en la Bienal, y quien ha estado en el proyecto un año y diez meses, desde enero del año pasado.
Desde el sector privado, muchas empresas se comprometen con la Bienal y dan un empujón con un interés que seguramente va más allá de la lógica de obtener el retorno de una inversión. ¿Qué las mueve?
Diría que se trata de retomar esa idea del mecenazgo, que se necesita como aliada principal de la cultura. Que el sector privado aparezca como mecenas es un elemento de responsabilidad social para la empresa. Apadrinar producción de obras de la Bienal o comprar obras que van a quedar en el espacio público, como es el caso de la de Pablo Gómez que patrocina Odinsa, o Comfama con la de Delcy Morelos, nuestra gran artista, es una manera no solo de responsabilidad social, sino de incentivar el coleccionismo y de dejar una marca permanente de la Bienal.
La Bienal vuelve a suceder dentro de 2 años, y si tenemos unas obras muy fuertes que el público no olvide, que no pasen inadvertidas, hay un ejercicio pedagógico, didáctico, de mediación. El ciudadano de a pie percibe que puede entender el arte contemporáneo, hacerlo suyo y expresarse a través de él.
Ibrahim Mahama: obra para la BIAM en el Parque de Artes y Oficios de Bello. Foto:Isaac Ripoll
En ese nuevo mecenazgo, entendido como ese modelo de financiación, los empresarios se unen por movilizar la economía creativa: empleos, turismo cultural, activación de espacios patrimoniales.
¿Hay algo en términos solamente financieros?
Un artista expone su pensamiento, y en una bienal hay muchísimas voces validando: desde el ciudadano que entra a la sala, el crítico, el arquitecto, el teórico, el humanista, el curador. Es una polifonía que al sector empresarial le interesa muchísimo precisamente porque es la manera de hacer ciudad, hacer país y mostrar que el arte es un renglón importantísimo del mundo económico porque implica inversión, que tiene retorno porque un buen artista se está valorizando todo el tiempo.
¿Qué factor puede terminar siendo decisivo para movilizar empresas, así como entidades e instituciones?
Antioquia y Medellín no hacían bienal hace 44 años. Ahora sector público y empresa privada se unen, porque una bienal pone en contexto lo último del arte contemporáneo. Tiene unas bisagras fundamentales, unos artistas internacionales que son punta de diamante hoy en el mundo, que hacen parte de mi curaduría, que están representados por galerías como White Cube, Marian Goodman. Allí está, por ejemplo, Ibrahim Mahama, artista ganés, muy joven, de 38 años, que ha hecho del mundo del arte un tema de innovación social y de cambio de paradigma de educación en su ciudad Tamale y en su país Ghana; Delcy Morelos, cordobesa, quien esculpe a manera de filigrana el alma de la tierra y que hoy se consolida como una de las mejores artistas de la escena internacional; un artista político como Pedro Reyes, mexicano; el artista botánico del Japón Azuma Makoto, que ha cubierto con un manto de 2.500 bromelias la iglesia principal del municipio de El Retiro. Y artistas nacionales muy importantes: María Elvira Escallón, Clemencia Echeverri, Miler Lagos, Luis Fernando Peláez, Federico Ríos, Jorge Julián Aristizábal, Félix Ángel, Fredy Alzate, Oswaldo Macia, Johan Samboni, Juan David Laserna, Marta Elena Vélez, Kevin Mancera, entre otros. Este juego de nombres, nos da la cúpula sobre la cual se mueve la selección de artistas de la Bienal, y permitió que también hubiese una receptividad, no solo del sector público y privado sino de las universidades. Diez de ellas nos acompañan, facilitando estudiantes de distintas carreras como mediadores en las salas, como monitores de los artistas. Es decir, la Bienal está allí en las universidades.
Entonces, esto, sin duda, está movilizando el ecosistema cultural de la ciudad y para eso necesitábamos aporte económico en dinero y aporte en estas cifras muy altas que no le cobran a la Bienal, y nos facilitan los espacios. Eso significa gestión e impacto en el resultado final de la Bienal, porque son dineros gestionados. La ciudad y el departamento están viviendo una fiesta. Entre 1.000 y 1.300 personas se reciben diariamente en las distintas sedes.
Para los creadores también se espera un impacto económico…
Sí, por esas grandes figuras que tenemos y por la posibilidad de que el mundo a través de galerías, de coleccionistas, de medios de comunicación. pongan el ojo en los artistas nacionales, donde hay un talento impresionante, donde, entre ese grupo de artistas nacionales y locales hay figuras internacionales. Impacta porque está permitiendo encuentros de artistas con emprendedores, artistas con empresarios, y esto lo hemos logrado a través de desayunos, de visitas comentadas, de exponer particularmente portafolios y propuestas de artistas, lo que se sustenta en el coleccionismo y en galerías interesadas en la obra. Se mueve, entonces, toda esa rueda de negocios que está en el ecosistema cultural. Eso motiva a la empresa privada, que quiere apostar por una cultura que verdaderamente deje huella, por un turismo que cambie nuestra ciudad, que sea un destino cultural y también porque somos la única ciudad en Colombia con historia de bienales.
Obra para la BIAM, de María Elvira Escallón, en el Pabellón Antioquia del edificio Coltabaco. Foto:Isaac Ripoll
¿Hay ejemplos de efectos específicos en sectores productivos?
Turismo: estamos recibiendo muchísimos turistas. Y hay hotelería, servicios, un turismo cultural muy importante para Antioquia y Medellín. Esta Bienal está apostando a que lleguen visitantes interesados en recorrer toda la cartografía de espacios expositivos, y a apoyar fuertemente estos renglones para cambiar otros circuitos turísticos que afectan la imagen de la ciudad y el departamento,
También se impacta la economía en transporte, como en el uso de un metro que es un aliado fundamental. Está jugado totalmente con nosotros, no solamente para los extranjeros sino para los locales, porque es una línea que te lleva más o menos al 70 por ciento de la Bienal.
¿Y algún caso puntual del respaldo que llega del sector privado?
Quiero subrayar el logro de tener unos espacios disruptivos, que ‘rompen el cubo blanco’. Que sacan, deslocalizan –literalmente– al espectador que va a la Bienal. Y a esto apuntó el apoyo decidido de Arquitectura y Concreto con quienes logré gestionar el edificio Coltabaco, que fue sede de la Philip Morris. Un edificio de conservación, de 18.000 metros cuadrados. Esto significa un apoyo económico gigante para la Bienal porque es una sede que tenemos para nosotros desde hace unos 6 meses. Ahí hay una inversión económica gigante. Igualmente el Parque de Artes y Oficios, en Bello (que ha sido una ciudad estigmatizada, con grandes problemas sociales). Y que la Bienal se instale y tenga allí el apoyo de la alcaldesa y el director del Parque, el arquitecto Carlos Pinto, significa un lugar totalmente patrimonial que se fue haciendo uno con la naturaleza, y que se está ocupando con tres pabellones. Allí hay también una inversión de la empresa privada y el sector público.
Lucrecia Piedrahita Orrego, curadora de la BIAM. Foto:Isaac Ripoll
Un curador arma un rompecabezas con las obras, dando forma a una narración. ¿Esa labor va más allá de los espacios de las exhibiciones para, de manera análoga, acomodar fichas empresariales y del sector público de manera que el territorio y la ciudad terminen transformados en función del evento?
Totalmente. Un curador es un observador de oficio. Selecciona, crea una narrativa y acerca la obra, el artista y el espectador. Pero no solamente selecciona, sino que hace que cada una de esas piezas encaje en el espacio museográfico, en el discurso narrativo, de manera que el espectador llegue y encuentre un hilo conductor. Pero, igualmente, junto a la curaduría está el liderazgo de la Gobernación de Antioquia, a través de Andrés Julián Rendón, la Dirección de Cultura con Roberto Rave, y se unen gestores, asistentes de curaduría, se une toda la parte administrativa, el equipo creativo de marca y de comunicaciones, se une mediaciones, se une todo el equipo de producción, el equipo de museógrafos, los operadores logísticos, ahí, entre todos, lo que hacemos es levantar ese edificio donde cada pieza tiene que funcionar, porque ese edificio tiene que responder a una estructura, a una sostenibilidad para lograr economía de medios, sostenerse en términos de gestión y márketing, en términos curatoriales, conceptuales, intelectuales. Entonces, en última instancia, la Bienal sí termina siendo un edificio donde participan todos estos actores que te mencionaba. Y que se vea tan sólido que el empresario quiera decir, “yo sí apuesto ahí porque estoy viendo que esa inversión va a redondearse y va a proyectarse a futuro. La BIAM tendrá efecto de largo plazo: marca de ciudad-región”.






