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La humanidad en el precipicio: ¿Estamos a punto de repetir la historia del desastre?
El líder del Comando Espacial de los Estados Unidos, el Comandante General Stephen Whiting, ha realizado una seria advertencia en el evento ‘Air, Space & Cyber Conference’ en Washington, afirmando que “el planeta no puede y no debe consentir que Rusia coloque un arma nuclear antisatélite en el espacio“. Según el general Whiting, “Rusia es el pionero en el ámbito espacial. Ellos lanzaron a Sputnik, el primer hombre, la primera mujer al espacio. Saben que no es correcto; deberían ser conscientes de ello”.
El artefacto constituiría una transgresión del Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967, como ya han advertido otros especialistas en estas páginas. El general destacó que, “en segundo lugar, es indiscriminado. No solo influirá potencialmente en los satélites estadounidenses. También impactará en los satélites rusos, los satélites chinos, los satélites indios, los satélites europeos, los satélites japoneses. Ese tipo de consecuencias tendrá efectos reales para todos nosotros aquí en el planeta Tierra.”
No está exagerando. La civilización estuvo al borde de un colapso por un incidente mucho menor a principios de este año. Por su relevancia y para que el público entienda claramente lo que implica que Rusia coloque un arma de este tipo en órbita para toda la humanidad, reproducimos nuevamente el artículo a continuación. En él se relata el incidente que casi ocurrió el pasado febrero y sus posibles repercusiones. Si Rusia detonara su arma contra un satélite, nos conduciría a un destino fatal e irreversible.
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Omar Kardoudi
“Estábamos aterrorizados”. Esa es la expresión que Pam Melroy, administradora adjunta de la NASA y exastronauta, utilizó para describir la colisión que casi ocurre el 28 de febrero de 2024, cuando un satélite ruso fuera de control ‘rozó’ a un satélite estadounidense. Si se hubiera producido el impacto, la colisión habría generado millones de fragmentos hipersónicos que, según Melroy, habrían puesto en riesgo la vida de los astronautas en las estaciones espaciales. La misma escombrera podría haber aniquilado infraestructura esencial para la humanidad debido al síndrome de Kessler.
“Fue muy perturbador personalmente y para todos nosotros en la NASA“, aseguró Melroy en el Simposio Espacial de la Fundación Espacial realizado en Colorado esta semana. “Si los dos satélites hubieran colisionado, habríamos presenciado la creación de escombros [hipersónicos], pequeños fragmentos que viajan a 16.000 kilómetros por hora. y pueden atravesar un orificio en otra nave espacial y potencialmente poner en peligro vidas humanas”. El suceso, comentó, “realmente nos perturbó”.
El temor proviene de la alta probabilidad de que la nube de residuos metálicos resultante pudiera haber desencadenado un juego de carambolas espaciales conocido como síndrome de Kessler. Planteado por el ingeniero de la NASA Donald J. Kessler en 1978, esta hipótesis sostiene que, dada una cierta densidad de objetos en órbita, una colisión entre dos entidades puede ocasionar una reacción en cadena que destruya gran parte o la totalidad de la infraestructura espacial global, eventualmente provocando un gran colapso de comunicaciones y servicios esenciales para el funcionamiento de nuestra sociedad. Los fragmentos metálicos también podrían derribar la ISS y otras naves espaciales tripuladas o de carga, tal como en su momento mostró la película Gravity, de Alfonso Cuarón. En el escenario más desfavorable, el síndrome de Kessler haría imposible cualquier posibilidad de viajar al espacio.
A pesar de este riesgo, la falta de capacidad para mover ninguno de los dos satélites en una maniobra evasiva obligó a la NASA a permanecer inactiva, implorando que no ocurriera nada. Aunque finalmente no se materializó el choque, Taylor ha calificado el evento como una advertencia seria para que todas las agencias se movilicen en la limpieza del espacio y el control internacional de los satélites.
Qué ocurrió exactamente
El causante de la posible catástrofe fue el difunto satélite ruso Cosmos 2221. El suceso sucedió el 28 de febrero, cuando Cosmos 2221 se desvió para acercarse a una cercanía extrema del satélite TIMED de la NASA.
TIMED, un acrónimo de Termosfera Ionosfera Mesosfera Energética y Dinámica, desempeña un papel vital en el monitoreo de la atmósfera de la Tierra, pero carece de pouvoir de maniobra. La aproximación alcanzó una distancia de menos de 10 metros, más corta que la longitud de un autobús. En el espacio, esto es equivalente a intentar meterse en un vagón de metro durante la hora pico pasando a unas micras de distancia de cualquier persona.
Este incidente ha vuelto a evidenciar los riesgos inherentes de los residuos espaciales y la vulnerabilidad de nuestro entorno orbital inmediato. Este espacio se está saturando a un ritmo casi geométrico, incrementando las posibilidades de que la teoría de Kessler sea sometida a prueba mes a mes.
La solución no puede postergarse
La NASA lo tiene claro: la órbita baja terrestre de la Tierra está saturada con más de 10.000 satélites, una cifra que se ha cuadruplicado desde 2019. Con 400.000 satélites más autorizados para su lanzamiento en órbita terrestre baja, la complejidad y la densidad del tráfico espacial representará un reto casi imposible de gestionar si no se toman medidas inmediatas. Este gran volumen, que incluye viejos satélites zombis, plantea un enorme desafío para la sostenibilidad de la exploración espacial.
Melroy sostiene que “el problema es colosal. Ni siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre la cantidad de fragmentos de basura que hay en órbita debido a la gran cantidad de modelos que existen. El espacio está saturado. Lo hemos estado complicando cada vez más, por lo que la NASA está avanzando para asegurarse de que tomemos la decisión correcta”.
La NASA anunció recientemente su Estrategia de Sostenibilidad Espacial, un plan integral.que tiene como meta optimizar el seguimiento, la vigilancia y la administración de satélites y residuos orbitales. La táctica también se orienta hacia el avance de tecnologías para efectuar maniobras de evasión de colisiones que puedan reducir peligros.
La ESA también está realizando esfuerzos para intentar retirar los satélites inactivos mientras que diversas empresas, como Airbus, Astroscale y ClearSpace, están creando tecnologías para eliminar los desechos espaciales utilizando naves diseñadas para atrapar y desorbitar satélites de manera segura.
No obstante, es urgente implementar dos acciones de inmediato. La primera, limitar la proliferación de las innecesarias redes de internet espaciales comerciales. SpaceX y Elon Musk pretenden poner en órbita 42.000 satélites y ya poseen la mitad de todos los satélites en órbita exclusivamente para su ventaja económica. Musk no está solo en esta competencia por colonizar la órbita terrestre baja (LEO en sus siglas en inglés), aunque definitivamente está muy adelantado en comparación con cualquier otro participante. China cuenta con dos propuestas contra Starlink: la red Guowang de 13.000 satélites y el proyecto G60 Starlink, que planea desplegar 12.000 satélites. La empresa aeroespacial Boeing —ahora en apuros por sus inconvenientes con aviones comerciales— acaba de recibir la autorización para lanzar 147 satélites para competir directamente con la red de Musk. También se encuentra OneWeb, que actualmente tiene 618 satélites en órbita. Astra Space ha sugerido lanzar una constelación de más de 13.600 satélites, buscando la aprobación de la FCC para un servicio global de Internet de alta velocidad. Y, por supuesto, está Jeff Bezos y su proyecto Kuiper, que contempla una constelación de 3.236 satélites y ya ha lanzado sus dos primeros prototipos con el fin de iniciar el servicio para los primeros clientes a finales de 2024.
La segunda es la instauración de sistemas de maniobra, recarga de combustible y desorbitado en futuros satélites. Solo de esta manera se logrará mantener el orden antes de que esto se nos escape de las manos y la humanidad se quede sin la capacidad de transformarse en una especie multiplanetaria que asegure nuestra existencia durante millones de años.