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Rojo que te quiero rojo… (Daniel Samper Pizano, opinión)

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En el curioso jardín del fútbol florece una discreta hermandad entre equipos que visten uniforme rojo. A lo mejor también ocurre con otros colores: por ejemplo, el azul de Millonarios y el coro de balompié femenino de las Hijas de María, o el blanco del Real Madrid y un conjunto de enfermeros aficionados. Lo ignoro, porque el daltonismo futbolístico solo me permite distinguir el arco cromático carmesí. Me siento hermano de toda camiseta donde prevalezcan los tonos escarlatas, bermellones, encarnados… El fútbol es así: caprichoso.

De allí que en España mi equipo sea el blaugrana barcelonés (el granate neutraliza las rayas azules de la mezcla); en Inglaterra, el Arsenal (red & white) y en el Cono Sur, el Independiente de Bochini, el Argentinos Jr. de Maradona y el Rosario Central de Fontanarrosa. Este último, ya lo sé, era un humorista, no un jugador, y la camiseta del Central carece por completo de tintes rojos. Pero yo también soy caprichoso.

Tifo de Santa Fe en la final contra el DIM. Foto:Archivo particular

La fraternidad bermeja es bastante conspicua en Colombia. Quien ignore que Santa Fe lleva insignia roja, seguramente tampoco sabe que en esa insignia descansa un león rubicundo. Mientras tanto, en Cali denominan al América “los Diablos Rojos” y al Deportivo Independiente Medellín “el poderoso rojo de la montaña”.

Tres rojos, tres hermanos. Es extraño el santafereño que prefiere al Nacional por encima del DIM o al Deportivo Cali cuando enfrenta al América. Todos apostamos por el colorado.

Celebración de Santa Fe tras el paso a la final de la Liga 2025-I Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO

De vez en cuando, una final se disputa entre hermanos. No hay concesiones en la pelea, pero es menos doloroso perder con uno de su parche. En 1975, Santa Fe tuvo que definir el campeonato en Medellín. Fue el 21 de diciembre. El partido cojeaba para los visitantes desde antes de empezar: Pandolfi, legendario goleador, había sido expulsado en el minuto final del partido anterior, así que en la última fecha del hexagonal no saltó a la cancha a enfrentar al DIM, que ya había caído en Bogotá por 3 a 1 el 30 de noviembre.

Formación de Santa Fe, campeón en 1975. Foto:Archivo particular

En el primer tiempo, ocurrieron dos serios tropiezos: Alfonso Cañón, el talentoso volante rolo, desperdició un penalti y, para rematar, el equipo local anotó un gol. El torneo se escapaba. En los cuarenta y cinco minutos restantes, sin embargo, el propio Cañón reparó su error con un tanto y Céspedes clavó el segundo. Tal fue el marcador final: DIM 1-Santa Fe 2. De este modo, el primer campeón colombiano conquistó en el Atanasio Girardot su séptima estrella, y los jugadores rivales no tuvieron inconveniente en aplaudir al vencedor.

Un presentimiento primordial, telúrico y cromático me anuncia que está a punto de repetirse aquella maravillosa historia.

La voz del hincha

DANIEL SAMPER PIZANO

Para EL TIEMPO

@DanielSamperPi

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