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Más ‘rubialistas’ que Rubiales | Marca
La Federación Española de Fútbol funcionaba como una mafia.
Escrito así suena duro, entiéndase en todo caso el sustantivo utilizado en (y sólo en) la tercera acepción que concede la Academia: “Grupo organizado que trata de defender sus intereses sin demasiados escrúpulos“.
Porque, a la espera de veredicto y en cierto modo con independencia del mismo (se puede merecer reprobación sin merecer prisión), el juicio por el ‘caso Rubiales’, dirigido por un magistrado con cierto gusto por reconvenir al personal, que ésa es otra, nos ha dejado como evidencia la de una estructura vertical, opresiva, intimidante y, efectivamente, carente de escrúpulo alguno. Que se preocupó de apuntar a la agredida en vez de al agresor. Y que, en ese afán por silenciarla entonces y por ningunearla ahora, ha conseguido la doble victimización (como mínimo) de Jenni Hermoso.
Circula todo tan rápido, se ofrece y se consume con tanta velocidad, que pareciera haber pasado un siglo desde que, a finales de la semana pasada, acabó el proceso en cuestión con los informes de conclusiones. Volveremos al asunto cuando se conozca el fallo, complicado establecer una realidad jurídica cuando hay tanta conversación que las partes recuerdan de la manera que les conviene, pero en todo caso será de forma superficial, frívola, inconsistente… diez minutos lo más. ¿Va o no va Rubiales a la cárcel?
Y ahí quedará todo…
El césped, el vestuario, el autobús, el avión, el viaje a Ibiza…
Jenni, que no quiere hacer un video exculpatorio. Jenni, que quiere que la dejen en paz de una santa vez. Jenni, que no quiere venirse abajo en público y sólo se lo permite delante de las compañeras. Jenni, que quiere festejar el Mundial que ha ganado con esas mismas compañeras. Jenni no se correspondía ni se corresponde ni se corresponderá con la definición de víctima perfecta que la Santa Inquisición ha tenido a bien ofrecer. Jenni lucha por lo suyo (y por lo de las demás). Habrase visto…
Las reuniones, las llamadas, los mensajes, las preguntas y respuestas ya redactadas, incluso los consejos bienintencionados para que no se le ocurriera regresar al fútbol español…
Y el entonces máximo dirigente rodeado por un núcleo duro de tipos a los que ni siquiera hacía falta explicitar lo que se esperaba de ellos. Lo tenían clarísimo y se afanaban en ser más ‘rubialistas’ que Rubiales, a ver si hay suerte y soy yo el que le quita el marrón de encima al ‘presi’. “El más grande de su vida”, llegó a escribir uno. La actitud exhibida durante las vistas deja claro que se creían (y posiblemente se creen) por encima del bien y del mal.
-“Yo no vengo a hablar de ese tema“.
-“Usted viene a hablar de lo que se le pregunte, no elige de lo que va a hablar”.
Luis de la Fuente no estaba entre los acusados, eso que sale ganando, pero ni él ni algún otro en la misma condición sale bien parado de esta historia. Por los aplausos que ya se conocían, pero también por las presencias que se han ido conociendo. Y por creerse que un juzgado es una sala de prensa, en el que uno puede escaquearse de lo que se le pregunte.
Visto para sentencia, en fin. Lo peor, con todo, es la sensación de que de aquellos Rubiales estos Louzanes. Pasando por esos Rochas. Fútbol asambleario, fútbol que da vergüenza.
Se ponga como se ponga Albert Luque, por cierto, Jenni nunca se encontrará “solita, solita“.
Se acabó.