Eventos

Tecnología: por qué la aceptamos sin cuestionarla y qué riesgos tiene

Published

on


La Dispute regresa al ruedo tras seis años sin publicar un disco, y lo hace con un trabajo ambicioso que promete incendiar debates y salas de conciertos por igual. «No One Was Driving The Car», su nuevo álbum conceptual editado por Epitaph/[PIAS], emerge como una pieza intensa y compacta que mezcla urgencia sonora con una reflexión punzante sobre la tecnología y el control.

Grabado en varios continentes y claramente inspirado por el cine y la atmósfera de thriller psicológico, el disco propone un viaje sonoro que reconstruye la voz de la banda: más compacta, más dramática y con nuevas texturas que buscan conectar lo íntimo con lo colectivo.

Un disco concebido como película: influencias y recorrido geográfico

La banda tomó como punto de partida la sensación narrativa y la tensión contenida propias de First Reformed, trasladando esa inquietud a composiciones que se desarrollan como escenas. El proceso de registro se extendió por:

  • Australia
  • Reino Unido
  • Estados Unidos
  • Filipinas

Ese periplo global, según el vocalista Jordan Dreyer, aportó una energía distinta a las sesiones: cada lugar dejó matices propios que ayudaron a configurar un tono cinematográfico y fragmentado, pensado para desplegarse en cinco capítulos dentro del álbum.

Temática central: la tecnología como nueva religión

Las letras de las catorce canciones se articulan alrededor de una preocupación contemporánea: la forma en que la tecnología ha ganado espacios de confianza y autoridad en nuestras vidas. Dreyer lo plantea como una continuación de antiguas búsquedas de sentido —similares a la religión o a otras creencias colectivas— pero ahora mediadas por algoritmos, dispositivos y plataformas.

En sus palabras, la fascinación no es romántica sino crítica: observar cómo aceptamos herramientas sin explorar sus consecuencias y cómo esa aceptación modela decisiones y expectativas. El título del álbum surge de una imagen perturbadora leída en una noticia sobre un accidente con un vehículo autónomo: el informe policial describía el siniestro con una frase que quedó grabada en Dreyer y que cristaliza la paradoja del control tecnológico.

Cómo suenan las canciones: intensidad y nuevos retos vocales

Una banda más compacta y potente

Musicalmente, la producción —autogestionada por el grupo— busca una sensación de inmediatez. La sección rítmica aparece como ancla, las guitarras adoptan un tono más contundente y la voz de Dreyer explora registros de mayor tensión. El objetivo fue no diluir la intensidad: cada tema debía sonar urgente y visceral.

Voz y directo: el equilibrio entre estudio y escenario

Dreyer reconoce que trabaja las canciones teniendo en mente la defensa que cada pieza requerirá sobre el escenario. No siempre suaviza lo escrito para facilitar la interpretación nocturna; a veces deja pasajes que serán un desafío físico y emocional al cantarlos en vivo. Sin embargo, admite que la respuesta del público transforma esa dificultad en energía.

Confiesa que controlar la expresión no es su fuerte, y que muchas veces la fuerza de una canción solo se completa cuando el público la empuja.

Formato narrativo: cinco capítulos y catorce escenas

El álbum se estructura como una narrativa fragmentada, donde cada bloque actúa como un capítulo que profundiza una faceta del mismo conflicto: la pérdida de agencia, la dependencia tecnológica, la búsqueda de sentido y la violencia cotidiana. Esta decisión formal refuerza la experiencia de escucha como si se tratara de un ensayo dramatizado.

  • Capítulo 1: Presentación de la tensión
  • Capítulo 2: Encuentros con lo cotidiano mediado
  • Capítulo 3: Crisis y confrontación
  • Capítulo 4: Consecuencias
  • Capítulo 5: Eco y preguntas abiertas

Reflexiones personales: edad, trayectoria y creación

Entrando en la cuarta década de vida, Dreyer comparte una visión introspectiva sobre su carrera y su vida. Ver el conjunto de discos publicados le funciona como mapa: cada álbum es una instantánea de quién era en ese momento y de las preocupaciones que lo movían. Ese retrospectivo facilita la búsqueda de nuevas vías creativas con mayor honestidad.

Para él, crear música ha sido tanto un placer como una herramienta para entender el mundo y su lugar en él. Esa doble condición —arte y dispositivo de introspección— aparece con fuerza en No One Was Driving The Car, donde la curiosidad por comprender la realidad se combina con la urgencia por narrarla.

Aspectos técnicos y decisiones de producción

Al optar por la autoproducción, La Dispute asumió riesgos y libertades a la vez. La mezcla de espacios de grabación y la intención de que cada canción conservara una energía cruda llevaron a métodos menos pulidos pero más auténticos. La elección de registros vocales más expuestos y de arreglos que no esconden la imperfección busca exactamente eso: acercar al oyente a una experiencia que se sienta inmediata y humana.

Qué esperar en los conciertos y en la recepción del disco

El nuevo repertorio promete transformar los directos: canciones compactas y llenas de tensión que demandan entrega total. La banda parece haber diseñado el disco pensando en la interacción con el público, sabiendo que la energía compartida será un componente decisivo para que algunas piezas alcancen su verdadera dimensión.

En términos de crítica y público, el álbum abre interrogantes y genera expectativas: es probable que provoque debates sobre la relación entre arte, tecnología y responsabilidad colectiva, al tiempo que reafirma a La Dispute como una formación dispuesta a evolucionar sin renunciar a su intensidad sonora.

Artículos similares

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trending

Salir de la versión móvil