Noticias

Trump, J. D. Vance, Zuckerberg y otros ‘monarcas absolutos’

Published

on


La exploración del liderazgo ha sido un campo amplio en disciplinas como la historia, las ciencias políticas, la psicología y la gestión organizacional. La teoría de administración de empresas –nacida a finales del siglo XIX– consideró primordiales cualidades como la autoridad y la fuerza en un líder. Con el tiempo, comenzaron a ganar relevancia enfoques más centrados en las personas, la participación y la cooperación.

En el último siglo hemos observado una evolución desde modelos jerárquicos basados en la autoridad del líder hacia modelos más colaborativos y humanistas. Ahora bien, la realidad política y empresarial actual muestra una tendencia hacia la elección de líderes autoritarios, lo cual plantea una evidente paradoja.

En el ámbito político contemporáneo, la idea de que se requiere un líder fuerte para enfrentar desafíos excepcionales parece ganar terreno. Estilos de liderazgo radicalmente autoritarios están aumentando su popularidad. Tenemos ejemplos como esta frase de Donald Trump: “Estos países nos están llamando para besarme el culo”. O las del vicepresidente J. D. Vance en referencia a Donald Trump en la Conferencia de Seguridad de Múnich: “En Washington hay un nuevo sheriff”.

La metáfora del sheriff encapsula bien este nuevo modelo, subrayando una visión de las relaciones humanas basada en la sumisión, con el líder actuando y proclamándose como un rey.

Objetivo: afianzar el orden a cualquier precio

Intelectualmente, el estilo de Trump se basa en buena medida en las ideas de Curtis Yarvin, figura central –aunque poco conocida– de la órbita trumpista. Ha desarrollado su teoría escribiendo bajo el seudónimo “Mencius Moldbug” y ha construido un proyecto “neorreaccionario” y “neocameralista” que busca reemplazar la democracia por un gobierno liderado por un “monarca absoluto”. Para Yarvin, cuestiones sociales como la pobreza o el cambio climático son insignificantes: el objetivo único es afianzar el orden a cualquier precio.

Esta perspectiva “formalista” considera a los Estados occidentales como ineficaces debido a la “mística democrática” y la “obsesión de justicia social”, postulándose como radicalmente contrario a las libertades políticas de los ciudadanos.

Yarvin, quien se considera “royalista” o “restauracionista”, apelando a la imitación de figuras como Federico II de Prusia, formula sus teorías con base, entre otras, en las ideas de algunos académicos que argumentan que la transición de la monarquía a la democracia es un declive de la civilización y que el Estado democrático debiera ser considerado una organización ilegal, pues tiende a ser más explotador que la monarquía.

Otros autores de la órbita trumpista proponen el “neocameralismo” como forma de gobierno, esto es, la dirección de los países por un líder único y supremo.

“Re-masculinizar” y “desfeminizar” las organizaciones

Paralelamente a la esfera política, en el mundo organizacional parece estar surgiendo un modelo de liderazgo que busca revalorizar un estilo tradicionalmente asociado con “lo masculino”. Líderes considerados referentes para muchos como Mark Zuckerberg o Elon Musk están promoviendo un regreso a este estilo y a “desfeminizar” las organizaciones.

Zuckerberg justificó la supresión de los programas de diversidad e inclusión en Meta invocando la necesidad de “remasculinizar” las empresas y “construir una cultura que celebre la agresión un poco más, ya que tiene sus propios méritos, que son realmente positivos”.

Musk se alinea con esta postura exclamando que “la masculinidad está de regreso” y “hay que hacer a los hombres grandes otra vez”. Su discurso postula que la igualdad entre sexos ya se alcanzó y que los hombres son víctimas de un supuesto trastocamiento del orden de género.

Se promueve, por tanto, un liderazgo basado en la virilidad y la agresividad, con una visión masculina y elitista. Unimos a esto que la administración Trump, de la que Musk formó parte, ha “recomendado” la eliminación de más de 200 palabras en las comunicaciones oficiales, entre las que se encuentran “sexo”, “mujer”, “traumatismo”, “víctima” o “discapacidad”.




Read more:
Trump 2.0 : interdire de dire pour mieux empêcher de penser


.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar a alguien altamente influyente en este movimiento intelectual: Peter Thiel. En efecto, su influencia en varios de los actores citados anteriormente es enorme: es socio de Musk desde la creación de PayPal; Nick Land –el conocido filósofo británico que critica frontalmente a la democracia moderna, el igualitarismo y el liberalismo– le menciona como una de sus inspiraciones, y fue el propio Thiel quien aupó a J. D. Vance hacia la candidatura de Trump.

Considerando las tendencias observadas tanto en el liderazgo político como en el organizacional, planteamos la pregunta crucial sobre el futuro de la teoría y práctica del liderazgo: ¿asistimos a una involución, una evolución o una excepción temporal en los modelos de liderazgo?

Se busca un líder fuerte

A pesar de que en las últimas décadas se ha valorado el liderazgo humanista, colaborativo y transformador en las organizaciones, la realidad actual muestra un claro contraste. Líderes con discursos divisivos y estrategias autoritarias han triunfado. En tiempos de incertidumbre, la aparente necesidad de un líder “fuerte” parece prevalecer, amenazando valores y actitudes como la empatía, la escucha y la co-creación.

Nos permitimos, por tanto, plantear cuestiones como si es el modelo de liderazgo sheriff una involución de los ideales humanistas. Si se tratará, en cambio, de una evolución adaptativa a un mundo incierto que instalará un nuevo modelo de liderazgo perdurable en el tiempo. O si estamos, simplemente, ante una excepción temporal ligada a un contexto espacio-tiempo muy específico.

Un líder autoritario prospera cuando la sociedad cede su voz por seguridad. Un líder ético y humanista, en cambio, solo es posible si la sociedad asume su responsabilidad colectiva. La encrucijada del liderazgo, entonces, no se reduce a las urnas o los discursos: está en la elección diaria del tipo de mundo que queremos construir.

Lo que sí parece claro es que estamos ante un desafío directo a los modelos de liderazgo más valorados en las últimas décadas, con serias y profundas implicaciones tanto para las democracias como para las organizaciones del futuro.



Source link

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trending

Salir de la versión móvil