Economia
‘Sin seguridad no hay desarrollo, y sin desarrollo no hay seguridad’
El lunes en la tarde, Sergio Díaz-Granados fue reelegido como presidente ejecutivo de CAF, el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, para el periodo que va de 2026 a 2031. Desde 2021 este abogado de 57 años nacido en Santa Marta -quien ocupó el ministerio de Industria, Comercio y Turismo a comienzos de la década pasada- tiene a su cargo una entidad integrada por 24 países -con más en proceso de adhesión- y cuyos activos se acercan a los 63.000 millones de dólares.
Ahora sus metas son todavía más ambiciosas. EL TIEMPO habló con él, en exclusiva. Esta es la versión editada de esa charla.
¿Cómo reacciona a su reelección para otro periodo de cinco años al frente de CAF?
Obviamente, estoy muy complacido porque el voto de confianza que recibí inicialmente en 2021 acaba de ser renovado. Lo interpreto como la ratificación de que vamos por la senda correcta en hacer que esta entidad sea cada vez más relevante en América Latina y el Caribe. Y con ello no me refiero solo a prestar más dinero, sino a concentrarnos en las que consideramos son las prioridades de la región.
¿Cómo compara los retos actuales con los de cuando arrancó en esta labor?
Cuando llegué a CAF apenas empezábamos a salir de la pandemia, con todas las secuelas negativas que dejó, tanto en términos sanitarios, como sociales y económicos. Nuestra prioridad inicial fue apoyar a los países, pero tan pronto la emergencia comenzó a quedar atrás planteamos una reorientación que sigue en marcha.
¿Qué hitos destaca?
El primero es que seguimos ampliando nuestra membresía regional. En 1968, cuando se creó la Corporación Andina de Fomento, de la cual venimos, teníamos seis naciones accionistas. Hoy contamos con 24 y tres más están en proceso de sumarse. Aparte del retorno de Chile, entre los nuevos integrantes recientes de la familia están Costa Rica, El Salvador, Honduras y República Dominicana, al igual que Granada, Antigua y Barbuda y Bahamas. Dentro de poco llegará el turno de Barbados y Haití, junto con St. Kitts y Nevis. Ese es el motivo por el cual nuestro lema institucional desde 2023 dice que somos el banco de desarrollo de América Latina y el Caribe.
Esa ampliación se traduce en mayor demanda de recursos…
Así es. Por eso hicimos a final de 2021 la ampliación de capital más grande de nuestra historia: 7.000 millones de dólares. Gracias a ello hemos podido responder a más solicitudes y crecer. En el momento de esa expansión nuestros activos ascendían a 47.600 millones de dólares. En 2025 cerraremos alrededor de los 63.000 millones, lo que equivale a cerca de un 33 por ciento más en cuatro años.
¿Por qué en algunas intervenciones dice que los colores de CAF han cambiado?
Porque nos describimos como un banco verde y azul. Para comenzar, los préstamos que hacemos tienen que ver de manera incremental con la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. Tan solo este año aprobamos operaciones por unos 8.000 millones de dólares en financiamiento verde. Al mismo tiempo, trabajamos cada vez más con el sector privado y lo que se conoce como los gobiernos subnacionales.
¿Cómo le va a CAF a nivel internacional?
Más que dar calificativos, cito hechos. Tenemos la mejor calificación crediticia de nuestra historia, lo cual nos abarata el costo de los recursos que conseguimos. En los últimos cuatro años hemos emitido bonos por 29.800 millones de dólares en 24 monedas distintas, incluyendo algunas locales de la región. Para dar un ejemplo, hace poco hicimos una colocación de un bono sostenible por 1.500 millones de euros que tuvo una demanda diez veces más grande. Eso resume cómo nos ven.
De las operaciones que han hecho ¿Cuál destaca?
La lista sería muy larga, pero nos enorgullece mucho haber cerrado con éxito el proceso de conversión de deuda más grande de la historia en lo que atañe a la protección de cuencas hidrográficas, en el caso del río Lempa en El Salvador. No dudo en afirmar que lo que hicimos es un referente a nivel mundial.
¿Y eso lo hacen solo con los recursos de ustedes?
No, porque somos un catalizador. Estamos movilizando ahora unos 9.000 millones de dólares, cuatro veces más que al comenzar la década. La razón es la credibilidad con que contamos y la agilidad en procedimientos. Pero lo más importante es que aplicamos el conocido refrán de que “la unión hace la fuerza”.
¿Qué otras alianzas destacan?
Le hemos puesto mucho empeño a colaborar para que la región construya o fortalezca puentes con diferentes latitudes. Por ejemplo, lo hecho con la Unión Europea, que se expresó en la reciente cumbre de Santa Marta, es una prueba de ese esfuerzo. En eso nos vemos como facilitadores de un diálogo que es y será más fructífero.
Fue escogido por la revista Time como uno de los 100 líderes globales más destacados en materia de acción climática…
Haber sido escogido es una gran distinción, pero no para mi sino para la institución. La publicación destacó la aprobación de proyectos en una decena de países por valor de 5.200 millones de dólares, que tendrán impacto positivo en la vida de millones de personas.
No deja de ser llamativo que, en una región tan dividida, ustedes trabajan con todos los gobiernos…
Eso es de la esencia de CAF, que fue creada por y para los países que la conforman. Nuestro propósito realmente es influir positivamente sobre la vida de los latinoamericanos y caribeños, por lo cual aprobamos proyectos que sean viables e incidan en la calidad de vida de la gente. No tenemos sesgos ideológicos ni preferencias o antipatías. Eso sí, somos muy estrictos en lo técnico. Siempre digo que nuestra diversidad no debe ser obstáculo para un proyecto de bienestar que todos compartimos.
A todas estas ¿Cómo ve la región?
Con luces y sombras, como siempre. Tal vez el cambio más significativo es el contexto internacional que describiría como mucho más complejo que hace unos años. Me inquieta esta tendencia hacia el unilateralismo en las decisiones y que ciertas prioridades como la lucha contra el cambio climático no tengan la misma determinación de hace unos años. Dicho eso, ahí vamos.
¿A qué se refiere?
A que seguimos creciendo, aunque a un ritmo a todas luces insuficiente. Nuestro gran lastre es desde hace rato una productividad muy baja que tiene que ver, entre otros factores, con una tasa de inversión insuficiente. Nuestros niveles de integración son lamentables, junto con la elevada informalidad laboral. Por otra parte, tenemos ventajas comparativas en materia de recursos y oportunidades inmensas hacia el futuro, si hacemos un buen número de tareas pendientes y entendemos los desafíos que tenemos enfrente.
¿Cómo cuáles?
Seguimos estancados en lo que se refiere a la pobreza extrema que afecta uno de cada diez latinoamericanos y caribeños. Eso es francamente inaceptable en una región compuesta en su mayoría por países de ingreso medio. Tampoco nos va bien en las mediciones de pobreza, no solo extrema, ni de desigualdad. La falta de progreso social tiene consecuencias como el desánimo que hay respecto a la democracia y les abre la puerta a propuestas populistas o de otro orden.
¿Qué más le inquieta?
Lo que pasa con el crimen. Con nueve por ciento de la población mundial somos responsable de una tercera parte de los homicidios del planeta. De 15 mercados criminales que han sido identificados y van desde drogas ilícitas hasta trata de personas, lideramos en una docena. Es por ello que vengo afirmado que sin seguridad no hay desarrollo, y sin desarrollo no hay seguridad.
¿Cuál es el cambio al que más atención le deberíamos prestar?
El demográfico. Somos una región todavía joven, pero nos estamos envejeciendo de manera acelerada, mientras las tasas de natalidad se desploman. Esa transición ya está en marcha y no la hemos apreciado de manera integral.
¿Qué otras transiciones merecen atención?
Hay una transición triple en el mundo: verde, digital y energética. En cada una nos podemos mover bien y aprovecharla para acelerar nuestro desarrollo. Por ejemplo, podemos generar energía barata a partir de fuentes limpias para impulsar la construcción de centros de datos, usando las materias primas con las que contamos. Pero eso no va a pasar si nos quedamos con los brazos cruzados. Hay que ser proactivos, emprender reformas y atraer inversiones, pues el sector privado es parte de la solución.
De vuelta a CAF ¿Cuáles son sus objetivos para esta segunda parte de su administración?
Los concentraría en cuatro. El primero es el crecimiento exponencial de nuestra cartera de préstamos. La idea es llegar a 67.000 millones de dólares en 2031, que es un 75 por ciento más que la actual. Se trata de un objetivo ambicioso y alcanzable a la vez. También, llegar a aprobaciones de crédito por 100.000 millones de dólares en los próximos seis años, de los cuales casi la mitad deberán ser préstamos verdes.
¿Cuál es el segundo?
Probablemente nos vamos a consolidar como la primera fuente de recursos multilaterales en América Latina y el Caribe, pero eso requiere un principio fundamental: que el banco se ajuste al país con el que trabaja y no viceversa. También tendremos que apalancarnos mucho más en el sector privado.
¿Y el tercero?
Contribuir a que la región se encamine hacia una década de oportunidades. Entiendo que eso suena retórico, pero de lo que se trata es de volver realidad nuestro potencial, que está ahí presente. Necesitamos crecimiento sostenible e inclusivo y no más décadas perdidas. Voy a dar dos ejemplos. Somos la principal despensa de alimentos del mundo, los productores número uno de soya, carne, azúcar, banano, camarones y muchos otros renglones. Pero millones de nuestros campesinos viven en pobreza absoluta. Eso tiene que cambiar. Lo segundo es que 82 por ciento de nuestra población vive en las ciudades lo cual podría ser una ventaja, pero no lo es. Tenemos una gran cantidad de desafíos si queremos que la gran urbanización que nos caracteriza beneficie a la mayoría.
¿Cuál es el último propósito?
Es de carácter interno. A nosotros nos corresponde ser eficientes y responder a este voto de confianza renovado, manteniendo los estándares de excelencia que hemos alcanzado en una organización que apunta a ser mucho más grande y le prestará servicios a lo que proyectamos será una treintena de países. Hacer las cosas bien es un propósito que necesita comenzar por casa.
