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Pago de intereses de la deuda en Colombia alcanzará récord histórico en 2026 por reprogramación de amortizaciones | Finanzas | Economía

La sostenibilidad de la deuda pública en Colombia se enfrenta a un nuevo punto de inflexión y en 2026, el país alcanzará un récord preocupante luego de que la relación entre el pago de intereses y el pago de amortizaciones de la deuda del Presupuesto General de la Nación (PNG) llegue al 256%, según las proyecciones de analistas.
Dicho de forma simple, por cada $100 pesos destinados a pagar capital de la deuda, se deberán pagar $256 pesos en intereses.
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Así lo advierte el economista Andrés Langebaek, director ejecutivo de Estudios Económicos del Grupo Bolívar, quien califica esta situación como el resultado de “patear el balón”, que no es otra cosa que la estrategia de reprogramación de pagos que otorga alivio de caja en el corto plazo, pero incrementa el peso de la deuda futura.
“La situación fiscal nos está llevando a extremos”, señala Langebaek, quien explica que ese bajo nivel de amortizaciones para 2026 no es casual, ya que el Gobierno ha diferido pagos originalmente previstos para ese año por un total estimado de $22 billones y explica que si bien esta maniobra libera espacio fiscal inmediato, eleva el saldo total de deuda, y por tanto, los compromisos financieros hacia adelante.
Las presiones fiscales no ceden para la economía local.
Un desequilibrio sin precedentes
La relación entre intereses y amortizaciones, que históricamente se había mantenido por debajo del 100%, comenzó a escalar con fuerza desde 2018, cuando alcanzó el 150%. A partir de ahí, la proporción se mantuvo en un ascenso al 130% en 2020, 141% en 2023 y 172% en 2024, por lo que para 2026, la proyección es de 256%, el valor más alto registrado desde el año 2000, según estimaciones de Davivienda con base en datos del Ministerio de Hacienda.
Este indicador refleja una estructura de deuda cada vez más costosa y menos sostenible, dado que al pagar más en intereses que en amortización, el país no solo está financiando gasto corriente con deuda, sino que apenas está reduciendo el capital adeudado, lo cual implica una espiral de endeudamiento difícil de revertir.
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¿Qué significa “patear el balón”?
En la práctica, lo que ha hecho el Gobierno es reprogramar vencimientos hacia años posteriores, en lugar de asumirlos en el plazo originalmente previsto. Esta decisión, aunque legal y útil en momentos de estrechez fiscal, traslada el problema al próximo gobierno, que deberá afrontar un nivel de deuda más alto y mayores presiones presupuestales.
“La reprogramación genera caja para el Gobierno en 2026, pero compromete gasto futuro”, advierte Langebaek; quien a su vez manifiesta que se gana liquidez hoy, pero se hipoteca capacidad de maniobra mañana.

Las presiones fiscales no ceden para la economía local.
Para Langebaek, esta situación contradice el espíritu de la regla fiscal, una herramienta creada precisamente para evitar que los gobiernos financien gasto presente a costa de las generaciones futuras y enfatiza en que “las reglas fiscales se hicieron para evitar que gobiernos abusaran del gasto obligando a las administraciones siguientes a hacer esfuerzos desproporcionados”.
En ese sentido, el economista lanza una crítica velada al manejo actual de las finanzas públicas, donde el cumplimiento nominal de las metas fiscales ha venido acompañado de prácticas que, si bien no son ilegales, sí pueden considerarse contrarias a los principios de sostenibilidad intergeneracional.
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El análisis de Langebaek cierra con una frase breve pero cargada de significado, poniendo sobre la mesa que “mal de muchos…”, en referencia a que este tipo de prácticas no es exclusiva del gobierno actual, pero su repetición no la hace menos riesgosa, ya que la diferencia hoy es la magnitud del problema, reflejada en cifras históricas que plantean serias dudas sobre la viabilidad fiscal a mediano plazo.
Para 2026, el Estado colombiano habrá logrado reducir artificialmente sus necesidades de amortización, pero lo hará a cambio de dejarle al próximo gobierno una deuda más costosa, más difícil de refinanciar y con menores márgenes de acción presupuestal.
DANIEL HERNÁNDEZ NARANJO
Periodista de Portafolio